Tercer domingo de Adviento
"Surgió un hombre que se llamaba Juan. Este venía como testimonio de la Luz, para que todos creyeran por él. No era él la Luz". San Juan, cap. 1.
Obreros de la luz llama nuestro poeta Carlos Castro Saavedra a los electricistas: "Tienden ellos cables en el cielo para que corra la electricidad a encender estrellas de vidrio y a iluminar la mesa, el pan, el libro de los estudiantes? Propagan la claridad por las casas de los campesinos y las gargantas de las minas".
El Evangelio nos habla de un hombre que no era la Luz, pero venía para ser testigo de la Luz.
Testigos de la Luz somos también nosotros. Se trata de hacer presente a Dios, por medios comunes y corrientes, entre la oscuridad que nos rodea. Se trata de encender la Luz.
Admiramos las torres de conducción, los cables del tendido eléctrico, el servicio constante y silencioso de las bombillas. Nos asombra el riesgo de los electricistas, en su valiente proyecto de escalar los cielos.
Por ellos llega la luz hasta la alcoba del enfermo, al ático donde se refugia el anciano, a la clínica donde nacen los niños de madrugada, al altar de las misas tempraneras o en la noche, a la cena en familia, a las salas de cine, a los laboratorios, al taller, a las fábricas, al consultorio, a las tabernas y al estadio.
En todos estos sitios podemos los cristianos hacer presente a Dios.
Él se presenta allí donde alguien enseña a leer. Cuando perdonamos simplemente, sin hacer mucho énfasis. Está donde se deja libre a un amigo para que crezca solo, sin exigirle dividendos. Cuando se abre una puerta para alguno cuyo horizonte se cerraba definitivamente. Cuando alguien enseña a pensar y permite a su alumno equivocarse. Se hace presente si enseñamos a sufrir, aprendizaje largo y difícil, o ayudamos a alguien a hablar con libertad, que es una forma especial de existir y redimirse.
Una madre lleva todos los días a su hijo pequeño a la misa de la tarde. El niño se extasía mirando los vitrales, donde el poniente juega con la luz, proyectando las imágenes multicolores de los apóstoles sobre las losas del templo. Cierto día, en la escuela, la maestra le pregunta a aquel niño: "Daniel, ¿qué es un santo?"
La respuesta surgió espontánea de los labios del niño: "Un santo, señorita, es un hombre que deja pasar la luz".
(Publicado el 13 de diciembre de 1981).
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