Al iniciarse un nuevo año por lo general todos reflexionamos sobre muchos aspectos tanto de la vida personal como de la profesional y la social. Luego de varios días de meditación, es claro que algunos aspectos aparecen diáfanos, otros plantean dudas y otros generan rechazo. En el plano personal, llegar a edad avanzada, mas no terminal gracias a Dios, trae enormes satisfacciones y temores. Uno de ellos es leer cada día los avisos de exequias en el periódico y dar gracias a Dios de que uno no aparece aún en ellos como protagonista principal. Otra alegría es celebrar con los compañeros de colegio muchos años de egresado y aunque la conversación versa sobre enfermedades y medicinas, igual afloran los recuerdos gratos e inolvidables. Y quizá la mayor satisfacción y alegría es haber llegado a la abuelidad con todos los encantos que este estado maravilloso proporciona. Volver a los cuentos, al columpio, a acostarse mamado de seguir a los nietos. Siempre he pensado que de pronto hubiera sido mejor tener primero a los nietos que a los hijos. Un hijo me preguntaba si después de 40 años de matrimonio yo quería igual a la mamá, nooooo, le contesté, estaría muerto, la amo distinto y muchos más en serio. Ahora Dios es un ser que se anida en uno mismo, es sin duda una profunda experiencia personal lejos de las malformaciones acomodadas que hemos acostumbrado a hacer. Dios, por lo general es un ser creado a imagen y semejanza del hombre.
En el campo profesional se ven los toros desde la talanquera. Hay cosas del periodismo y de los periodistas que me entristecen, como la venta de las conciencias y la falta de convencimiento sobre la responsabilidad social del trabajo periodístico. En cuanto a la docencia, se siente hondo el dolor de ver que cada vez hay más profesores pero menos maestros y que la mayoría de los estudiantes estudian por las notas y casi que obligados.
En lo social es quizá donde veo la mayor confusión de todas. Todos nos creemos buenos y a los demás los pensamos malos. Juzgamos sin fundamento, condenamos sin certeza, nos encanta ver caer ídolos que unas veces no son pero otras sí, por venganza. Los asesinos y malhechores tienen la palabra en la que se cree y con la que se aniquilan la honra y la verdad. La palabra ha pasado a ser el arma política del momento. La mentira y el engaño campean a sus anchas. No hay en quién creer. La política ha perdido tanta credibilidad que cualquiera es elegido, cualquiera es derrocado. Los políticos, en general, no buscan el bien común, buscan la coima, el enriquecimiento a costa del bien común. La gente no sabe por quién votar con tranquilidad y no votar es abrirle el camino a lo peor.
El principio de año zarandea la conciencia, revuelve las ganas, pero al mismo tiempo, le permite a uno ver que existen las pendejadas y las verdades eternas. ¡Feliz Año…!
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