Hace un mes, más o menos, circuló una amenaza anónima en los barrios Kennedy, Miramar y Castilla. "Que no salgan todos estos días hasta nuevo aviso. Lo de salir es no ir a estudiar los pelados y peladas a los colegios, a los pelados los podemos coger y darlos de baja y a las peladas para ser nuestras noviecitas", decía el panfleto.
¿Cuál de los 20 combos que operan en la Comuna 6 habrá sido? ¿"Los Machacos", "Los Tatos", Los "Matecañas"? Vaya uno a saber. Obvio, el hecho generó temor absoluto en una comunidad que ha sido aporreada por un recrudecimiento de la violencia constante y creciente, pues la zona ha sido escenario de asesinatos múltiples y una guerra de bandas con un saldo nada alentador. Si a diario aparecen muertos, ¿cómo no va a dar susto esta nueva amenaza y en esos términos?
Hasta ahí, muy azaroso el tema. Incluso, algunos padres de familia se negaron a dejar ir a sus hijos al colegio, por la zozobra que les generó la situación. Esta ciudad, de mal en peor. La vida sometida por un papel amenazante. Apague y vámonos.
Pero más fácil cae un mentiroso que un cojo. Las amenazas consignadas en las hojitas tiradas por debajo de las puertas de las casas, resultaron ser una pilatuna estudiantil con una única intención: "capar clase". Sí, así como lo leen, mansas y díscolas palomas haciendo chistes de mal gusto.
Según la Alcaldía de Medellín fueron tres jóvenes con ganas de sacarse un clavito con un profesor. Ellos, lindos ellos, optaron por amenazar anónimamente a toda la comunidad a ver si se libraban de esa cosa tan maluca que se llama ir al colegio. El subsecretario de Gobierno, Juan de Dios Graciano, dijo que la embarrada de los estudiantes se volvió una bola de nieve, pero que no pasaba de ser una amenaza sin asidero que incluso rayaba en la caricatura. ¡Tan chistosos estos mocositos!
Más de uno recordará las historias del colegio. Recordará todo tipo de charlas, algunas inocentes como pegar chicles en el pelo y una que otra más pesada. Estas charlas no pasaban de un mal momento, llanto, rabia, impotencia, burla y la intervención de los padres o acudientes, quienes metían la mano para evitar que el asunto pasara a mayores. Entiéndase mayores como más puños escolares, más llanto, más rabia, más burlas y más aburrición. Y pare de contar.
La mamá de un amigo, señalándose con el dedo índice la hebilla de la correa, diría: "a esos pelaos les falta Martín Moreno, el que quita lo malo y pone lo bueno". Como quien dice, tenga para que aprenda. Puede tener razón y el método a la vieja usanza paisa, tal vez funcione. Otra mamá optaría por el diálogo asertivo y la justificación basada en que: "a esa edad aún están muy desubicados". Pero, más allá de la represión pro formativa o la tolerante modernidad del diálogo al mejor estilo coaching, el caso presenta un problema de fondo: atentar contra la vida se ha convertido en algo equiparable a esconder un morral o hacerle zancadilla a alguien en el colegio.
Seamos sinceros: el tema es un reflejo de la sociedad que hemos construido. Una sociedad trastocada por un montón de cosas que pasan que vuelve loca a las personas. Una sociedad donde ser pillo amenazador es más rentable que ser una persona tranquila y conciliadora. A estos estudiantes les deberá pesar toda la vida este error. ¿Qué pasaría si por cualquier razón hubiera aparecido un joven muerto de la zona por los días del falso panfleto? La irresponsabilidad mayúscula de estos estudiantes pudo ser la pesca en el río revuelto de los verdaderos sembradores de terror. Los que matan a sangre fría. Obvio, todos esperamos que estos muchachitos hayan aprendido un poco, porque a ese paso iban a pasar de pastorcitos mentirosos a amenazadores profesionales y ahí sí me imagino a más de un abuelo diciendo: "es que esos jóvenes de hoy, son los pillos del mañana".
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