En los últimos días, Medellín ha vivido un ambiente enrarecido. En palabras de pillo: el parche se está calentando. El caso más sonado ocurrió la semana pasada. En un restaurante de Las Palmas, ¡tumbis! le dieron a Antonio López, alias Job, segundo al mando del Bloque Cacique Nutibara, comandado por el extraditado Don Berna. La noticia tuvo eco. Por un lado, por tratarse en su momento de uno de los negociadores políticos de las autodefensas. Por otro, por las opiniones del alcalde Alonso Salazar, quien aseguró que alias Job seguía siendo una naranja podrida en el costal.
Mas allá de la polémica, lo que pasó es una alerta sobre la sangrienta disputa por el dominio de negocios ilegales. El presidente Uribe mandó literalmente a acabar con la llamada Oficina de Envigado, foco de todas las miradas. Sin embargo, a medida que se corta la punta de la pirámide criminal hay otras personas interesadas en asumir el liderazgo. Parece algo de no acabar. Lo cierto es que, sea lo que sea, hay temor en las calles por el regreso de los gatilleros y los ajustes de cuentas. Las autoridades hablan de más de 150 personas muertas en hechos relacionados con su pasado paramilitar. Hay malosos deambulando y no digamos mentiras, en Medellín, se ve gente que genera sospechas.
Si nos hemos mofado tanto con la inteligencia de las Fuerzas Armadas, ya es hora de que esa capacidad empiece a dar frutos contra este caldo en hervor. ¿Por qué esperar las grandes operaciones para dar con ellos? Por eso, da risa ver en los retenes que hacen en la vía Las Palmas, a dos policías pidiéndole los documentos a una señora con un french poodle en un carro Twingo, mientras que en los restaurantes contiguos se parquean carros, un tanto sospechosos, del tipo camionetas muy grandes y costosas ellas, de vidrios muy, muy oscuros, aguardando a sus dueños, quienes comen desaforadamente a horas en las que el pueblo normalmente está trabajando. Basta, también, con ir a alguna fiesta de moda -electrónica, para ser más explícitos- y ver los gustos excéntricos, hábitos que son vox populi, y que a simple vista, generan muchas dudas.
No se trata de estigmatizar, pero ¿cuántas veces no se ha hablado del perfil de los nuevos narcos? Si se sabe cómo son, ¿por qué no se investiga con inteligencia, los sitios que frecuentan y las conexiones que allí hacen? Perderles la pista es dejar que el enano se crezca y ya, por lo menos, en esta ciudad ese enano creció muchos centímetros.
Los tiempos cambian. Los pillos de ayer, no son los de hoy. Y si la ciudad empezó a vivir de nuevo una época dura, vale la pena meterle inteligencia. No vaya a ser que a la hora de preguntar por los malosos, nos digan: Pillos, ¿quiénes?
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