Cuando los medios titulan que Colombia se volvió a rajar en las Pruebas Pisa, aunque nos estemos refiriendo a las mismas practicadas en 2012, lo que se hace explícito es que las competencias de nuestros estudiantes en diferentes áreas del conocimiento ratifican ostensibles falencias, tanto en ciencias naturales, lenguaje o matemáticas, como en cuestiones menos académicas como la solución de problemas prácticos o el manejo económico y financiero.
Es importante destacar que no todos los países se someten a las pruebas de la Ocde y que los resultados obtenidos pueden brindar la posibilidad de introducir correctivos.
En las pruebas realizadas en 2012 se evaluaron 510 mil estudiantes de 15 años (de ellos, 9.073 colombianos), de 65 naciones, en lenguaje, ciencias y matemáticas. Colombia ocupó el puesto 62 y fue el país que más retrocedió.
Luego, en la prueba para resolver problemáticas actuales, realizada a 85 mil estudiantes de 15 años, participaron 44 países. Colombia (con sus 9 mil estudiantes) quedó en la posición 44. Y en la prueba sobre educación económica y financiera, donde se evaluó el conocimiento de los estudiantes en gestión de tarjetas bancarias, planificación de finanzas, gestión de cuentas de ahorro y crédito y comportamiento como consumidores, participaron 13 países. Colombia ocupó el último lugar con 379 puntos frente a los 603 obtenidos por los jóvenes en Shanghai, China.
Tras conocerse el puesto que ocupan nuestros estudiantes frente a los de otros países que se someten a estas pruebas, queda claro que existe una correlación directa entre educación y desarrollo, no necesariamente referido al PIB.
De tal modo que si Colombia quiere avanzar en competitividad y mejorar sus indicadores económicos y sociales para ingresar a la Ocde, tiene que mejorar la calidad de su educación y superar el rezago que tiene en materia de ciencia, tecnología e innovación.
En esa relación que se establece entre acceso al conocimiento, generación y aplicación del mismo, radica la clave para mejorar nuestra competitividad. Al comparar nuestros indicadores en relación a otros países, tenemos que ser conscientes de la necesidad de convertir la educación en una prioridad, lo que obviamente pasa por los recursos que se le destinan al sector y el foco que tiene esta inversión.
De ahí que insistamos en que para hacer esa transformación radical en la educación que las pruebas nos están revelando, tiene que tomarse la decisión de convertir la educación en una política de Estado, de modo que no uno sino varios gobiernos trabajen en programas y acciones de largo plazo, por lo menos a 20 años.
Son muchas las tareas pendientes, dentro de las asimetrías que presenta el sistema, entre la ciudad y el campo y entre colegios públicos y privados, pero es preciso, ante todo, contar con una fortaleza institucional centrada en torno a la formación del maestro para contar con el personal idóneo, capacitado y bien remunerado que permita crear un ecosistema donde se fomenten la investigación, la innovación educativa y la aplicación del conocimiento, que no solo corrijan las fallas del actual esquema de aprendizaje, sino que nos permitan crecer en términos económicos y sociales.
NOS ESTAMOS COMPARANDO CON LOS MEJORES, PERO ES BUENO QUE NOS DUELA
Por FRANCISCO CAJIAO
Consultor internacional, asesor, escritor, investigador y columnista en educación.
En las pruebas Pisa nos estamos comparando con muchos países del primer mundo y del sudeste asiático que han hecho unos esfuerzos enormes y continuados durante dos décadas.
Y por supuesto con respecto a países europeos y los Estados Unidos que tienen una tradición mucho más larga en una educación de cierta calidad. Sin embargo, es interesante ver que esos países (Francia, Alemania, Italia), tampoco están en los primeros lugares y a pesar de ello son los países con mayores índices de productividad.
En segundo lugar, si miramos los países latinoamericanos que participan en las pruebas Pisa, si bien nosotros quedamos prácticamente de últimos entre ellos, estamos todos agrupados en los últimos lugares con puntajes relativamente similares. Mirado regionalmente, muestra una tendencia.
Esto, sin embargo, ha golpeado al país y creo que ha sido bueno, porque remueve la conciencia de que hay que trabajar e invertir en educación, porque realmente no hemos hecho la tarea y esto significa hacer inversiones, pero también revisar la estructura misma de todo el aparato educativo.
Tenemos un déficit enorme en la educación de primera infancia. Hemos desarrollado un modelo profundamente segmentado que hace que la educación para los pobres sea educación muy pobre. Lo que el Estado invierte por niño es la décima parte de lo que cuesta un niño en el sector privado. Aquí hay una gran inequidad.