El Mundial no ha comenzado pero Brasil va perdiendo la Copa. Eso concluyen ciudadanos brasileños y analistas internacionales consultados por este diario, cuando faltan 25 días para el torneo de fútbol más importante del planeta.
Sus argumentos: sólo está listo el 50 por ciento de los 12 estadios prometidos; la relación entre Brasil y la Fifa está deteriorada y todos los días cientos de ciudadanos protestan en las calles con la promesa de generar caos a partir del 12 de junio, si el gobierno de Dilma Rouseff no cumple sus demandas.
La seguridad también tambalea: los homicidios aumentaron un 21,9 por ciento en el primer trimestre de 2014 respecto al mismo período de 2013, y los brasileños han visto morir a ocho de los suyos en accidentes ocurridos en las obras de infraestructura mundialista.
Edson Capoano, periodista y docente universitario carioca, sostiene que ésta no es la primera vez que la administración pública en Brasil carga con los fardos de la burocracia, la corrupción y la dificultad de cumplir plazos.
Para la muestra, no hay tiempo para el juego de prueba en el estadio "Itaquerão" en Sao Paulo, donde se realizará el primer partido de la Copa.
"Este es un triste retrato de lo que somos. En las calles, los brasileños discutimos cuál es la imagen que está dando el país con los atrasos. Somos una nación que hace parte de los Brics pero que tiene muchos desafíos", asegura.
Desafíos que, según el mismo Capoano, relucen en las manifestaciones de las últimas semanas, cuando miles de brasileños han salido a marchar por distintas causas a las calles pintadas de verde y amarillo.
La más multitudinaria fue la de los "Sin tierra" y "Sin techo", en Sao Paulo, en la que 1.500 personas arremetieron contra la sede de la empresa Odebrecht, constructora del estadio Arena Corinthians, escenario inaugural del Mundial.
La Policía Federal, por su parte, reiteró su amenaza de una paralización durante la copa si no alcanza un acuerdo con el Gobierno a final de mes.
Marcos Rolim, doctor en sociología y profesor de la Universidad de Porto Alegre, explica que aunque se prevén manifestaciones populares y protestas después del 12 de junio, "no parece probable que se repita lo que ocurrió en junio de 2013, cuando millones de brasileños salieron a las calles a expresar descontento. La razón: el aparato policial dispuesto para el Mundial será muy grande".
Preocupan los precios
Pese al ambiente de fiesta, la situación no se ve fácil para futbolistas, ciudadanos ni para los 600.000 visitantes extranjeros que Brasil espera para el Mundial. Las grandes distancias, la infraestructura insuficiente y hasta los cambios de clima también serán, según analistas, una pesadilla.
Rolim asegura que el sistema de transporte masivo brasileño es precario y que en las ciudades más grandes éste puede llegar a convertirse en un infierno. "El Gobierno intentará garantizar mejores condiciones para el desplazamiento de la gente con una especie de vacaciones, pues gran parte de las escuelas rurales y las universidades tendrán días libres cuando haya partidos. Los juegos cambiarán completamente la rutina", explicó.
El secretario general de la FIFA, Jerome Valcke, ya expresó su preocupación por los precios y las opciones limitadas de transporte y alojamiento, pues los hinchas no podrán llegar a las ciudades y dormir en autos o en zonas de camping como hace ocho años en Alemania.
Sin embargo, el ministro de Deportes de Brasil, Aldo Rebelo, le dio al mundo partes de tranquilidad en todos los frentes. Aseguró que todos los estadios del Mundial 2014 "estarán a punto con toda la infraestructura necesaria" para el evento y garantizó que "la máxima prioridad será la seguridad".
"Será una auténtica fiesta", dijo Rebelo, pero para María Alejandra Gonzalez-Perez, coordinadora del Observatorio en Comercio, Inversión y Desarrollo de la Universidad Eafit, el sinsabor queda desde lo político: "Brasil derrochó la oportunidad de hacer del Mundial de Fútbol una oportunidad de desarrollo para el país. Para sobreponerse políticamente, el equipo de fútbol brasileño requiere imperiosamente ganar el torneo mundial, para que la euforia del triunfo se encargue de compensar los perjuicios, y los brasileños perdonen las decisiones de sus gobernantes".
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