Otra Navidad se avecina y con ella regresan las reuniones familiares, las luces, los adornos, los aguinaldos, el pesebre, el arbolito, los buñuelos, la natilla, las novenas, el regocijo y el sentimiento sinigual de una de las épocas más bonitas del año. Pero también vuelven los problemas derivados por el uso irresponsable de la pólvora.
A pesar de los esfuerzos de las autoridades por controlar la fabricación, venta y quema de pólvora, además de la voluntad de los alcaldes de los municipios, no se ha podido desterrar la pólvora de nuestras celebraciones decembrinas. Recientemente, los diez alcaldes de los municipios pertenecientes al Área Metropolitana del Valle de Aburrá se comprometieron en promulgar los respectivos decretos para ejercer control sobre el uso de la pólvora. Esperemos que dicha iniciativa tenga un impacto positivo sobre la cifra de quemados.
No obstante, ni con la voluntad de las autoridades ni con las aterradoras historias de quemados por pólvora que ocurren año a año por estas épocas, basta para evitar que muchos ciudadanos acudan a este tipo de comportamientos socialmente reprochables.
Hace falta todavía mucho autocontrol y toma de conciencia por parte de la sociedad sobre el uso de la pólvora. ¿Realmente qué sentido tiene la explosión de un taco o un volador? ¿Vale la pena correr el riesgo de salir seriamente lesionado? ¿Se merecen sus vecinos que alteren su tranquilidad por el perturbador ruido que esto produce? ¿Están condenados los animales a sufrir serias alteraciones en su salud por el acto jocoso e irresponsable de un humano al quemar pólvora? ¿Es necesario el daño ambiental que esto causa?
Nos consideramos muy civilizados y dignos ciudadanos del siglo XXI, pero el uso de pólvora nos hace lucir como los más primitivos. Los tiempos han cambiado y hemos asumido muchas transformaciones, tanto culturales como rutinarias y las hemos adaptado a nuestras nuevas formas de vida. Creo que le ha llegado el turno a la pólvora, la cual debe ser desterrada de nuestras celebraciones.
Apenas corría el día once del mes de noviembre y ya contábamos el primer caso de un menor quemado con un volador en Antioquia. ¿Podremos bajar cifra de 244 quemados que hubo el año pasado solamente en el departamento de Antioquia?
Se aproxima también la tristemente célebre "alborada" en la que cientos de millones de pesos en pólvora son literalmente quemados y desechados. ¿No habrá un destino más útil para ese dinero? ¿Qué tal un juguete para un niño de escasos recursos? ¿Qué tal regalar en Navidad sonrisas y no disgustos? Piénselo. Contribuyamos todos a tener una Navidad sin pólvora, sin niños y adultos quemados o amputados, sin animales muertos o desaparecidos, en armonía con nuestro entorno y sana convivencia tal como lo evoca esta época.
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