El "qué dirán", fue en mi niñez, adolescencia, juventud (ahora algo menos por la madurez) una cortapisa, reforzada con el pellizco o la mala cara, para actuar o decir lo que creía debía hacer o decir, y es que el respeto humano, o mejor la inseguridad propia de esa edad, en muchas ocasiones me constreñía para actuar según mis impulsos o percepciones y, antes que tener que arrepentirme o caer en boca de los demás, prefería callar o no hacer.
Esto para mí, creo también que para muchos de mis contemporáneos, ha sido una especie de tabú y creemos que lo mejor es no dar de qué hablar, en especial cuando las habladurías se refieren a situaciones que se salen de lo normal y en este caso lo normal es la costumbre. Para nosotros es mejor actuar según unos cánones aceptados por la mayoría y así no estaremos en boca de quienes se mantienen a la caza de chismes y acciones, que se salen de lo que ellos consideran correcto para dar inicio al rumor y a las opiniones a favor o en contra; a medida que se enteran más personas las cosas van cambiando, va creciendo el volumen de información hasta llegar al tamaño de un expediente judicial que ha tenido multiplicidad de testigos.
Ahora en Colombia estamos atravesando por circunstancias difíciles para superar, debido al trabajo de la justicia que está respondiendo adecuadamente a las informaciones que se están destapando a raíz de la puesta en marcha de la Ley de Justicia, Paz y Reparación, que ha descubierto los supuestos aprovechamientos de congresistas de las influencias forzosas de los grupos armados, para conseguir los votos necesarios para acceder ¿democráticamente? a esas altas posiciones del Estado; con base en esos descubrimientos hemos empezado la depuración.
Estamos con la parapolítica, seguiremos con la farcpolítica, paralelamente hablamos de la compra de conciencias, nos damos cuenta de que al Congreso han llegado personas sin el suficiente coeficiente intelectual para alcanzar a un bachiller actual, descubrimos que las campañas políticas, generalmente están untadas de excrementos o mejor de dineros que no tienen justificación para llegar allí, a no ser que sea para comprar conciencias o para cambiar el rumbo de futuras decisiones y a pesar de que sabemos que muchas de esas prácticas y situaciones no son extrañas a gran parte de las democracias, creemos que somos unos parias y que la opinión del resto del mundo nos castigará porque actuamos para asearnos y limpiar esas porquerías de nuestro sistema democrático.
Parece ser que la procedencia del dinero es, en muchos casos, el quid del asunto, pero no podemos olvidar o por lo menos pretender ocultar que la compra de conciencias o de las decisiones favorables es una práctica tan antigua como la civilización y que lo que cambia son las actividades que originan los recursos. Aquí todos hemos sabido que gran parte de las fuentes de financiación de las campañas provienen del sector privado y con condiciones en muchos casos abusivas e interesadas en la protección de los beneficios conseguidos o por conseguir. Hemos enriquecido familias y grupos económicos han incrementado sus ingresos, en muchos casos por decisiones favorables a su actividad, decisiones que se han tomado en los pasillos del Congreso; esas decisiones son el pago exigido o la contraprestación obligada, por los recursos entregados para llegar allí. El pecado es el mismo pero parece ser que cambia de gravedad cuando el dinero tiene diferente procedencia; esto es completamente falso puesto que la venta de conciencia es la misma, la diferencia está en el comprador y de otro lado, las consecuencias independientemente de quien compre, serán la corrupción de los principios básicos. Si actuamos con suficiente objetividad, es seguro de que aquí y en Cafarnaum se quedarán sin suficientes padres de la patria que ejerzan esas funciones.
Algunos colombianos andan muy preocupados por el qué dirán en el exterior sobre estos sucesos y aunque es factible que se tomen impresiones o apreciaciones negativas, nosotros no podemos pretender que esto que está saliendo a la luz pública y que además está originando la limpieza de la infección, por dolorosa que sea la operación, se suspenda o se intente tapar, para evitar el qué dirán afuera.
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