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¿QUÉ ESPERAR DE LA HABANA?

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07 de diciembre de 2012
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La apertura oficial de las conversaciones entre el Gobierno y las Farc dejó más interrogantes que respuestas.

La actitud arrogante, rencorosa, encaminada a revivir ofensas y lanzar acusaciones contra el Estado, con menosprecio por el tiempo límite acordado para las presentaciones iniciales no es alentadora. Tampoco se ciñeron a los cinco temas convenidos para la reunión en Oslo.

Los ataques persistentes al Estado colombiano, la desvergüenza de armar un triunfo con la apertura de diálogos, todo indicaría el intento de hacer de esta oportunidad de paz, un nuevo y engañoso Caguán.

Para analizar las actuaciones de las Farc, no es posible fiarse de las palabras sino escudriñar el verdadero contenido oculto.

Las Farc, como los jugadores de dados cuando van perdiendo, al lanzarlos dicen poto, que quiere decir, lo de encima no vale sino lo del lado opuesto.

¿Por qué la arrogancia jactanciosa? Porque con ésta ocultan la debilidad implícita en los devastadores golpes estratégicos recibidos.

¿Cuál es el sentido de menospreciar los convenios de La Habana? Aparentar que son sus cabecillas quienes manejan el tiempo de las agendas.

¿Por qué los ataques persistentes al Estado? Para presentarse ante el mundo como guerrilla política, en defensa de una sociedad rural maltratada por las oligarquías.

Así se podría explicar una por una las aseveraciones mentirosas, la negativa a reconocer su explotación del narcotráfico, las minas antipersonal, los atentados con explosivos que matan gentes humildes, mujeres y niños.

Ante este enfoque realista ¿se puede pensar que de La Habana resulte la paz concertada que la nación ansía? Un moderado optimismo permite decir que sí.

Los cabecillas y altos comandantes son riquísimos. Las Farc perdieron su objetivo político y saben la imposibilidad de recuperar la iniciativa, acosados por las Fuerzas Armadas y con sus comunicaciones internas a merced de la Inteligencia Militar.

Para los jerarcas de las Farc es preferible una existencia regalada en el exterior que una guerra perdida en la manigua.

Sus guerrilleros hallarán cabida en el organismo social de la nación dentro del marco jurídico para la paz diseñado por el presidente Santos.

No son castillos en el aire, sino realidades arrancadas de largos años de experiencia.

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