El mundo es como una olla de aceite para fritanga: se mantiene caliente por culpa de nosotros, los fritangueros. Pensarán que esta columna es una descarga existencial, pero no, es más una forma de mirar lo impresionante que pasa en este planeta, donde no paran de freírse las cosas como si fueran chicharrones.
Entonces, hice un ejercicio y anoté en una servilleta las últimas frituras que recordé. La primera fue la fuga de petróleo en el Golfo de México. Aterrador. Como si un monstruo acuoso quisiera tragarse la inmensidad del océano. Mientras tanto, Barack Obama, haciendo de big boy mediático, tiene unas ganas de patear traseros y no sabe los de quién (debería saberlo, porque es el hombre más poderoso del mundo. Upps, pero no puede porque es el Nobel de Paz, y eso de que un premio Nobel, y más de la paz, esté kicking asses , no se ve como bien). Y el petróleo sigue saliendo por ese huequito?
Y me acordé de México. Los traquetos de corrillo mexicano están más bravos que nunca. 40 muertos por día y más de 200 en una semana demuestran lo mero, mero que está el ambiente. Pero no son muertos de esos que caen y van al ataúd. No, no, son muertos que quedan regados en pedacitos, torturados y ajusticiados con la sevicia clara del mafioso. Nota: cualquier parecido con cosas que han pasado aquí, es pura, purita coincidencia. Ah, pero, al mismo tiempo, en altamar, los militares israelíes fritaban a los activistas que llevaban ayuda humanitaria a la franja de Gaza. ¡Llevaban comida! Y la comida no es palestina ni israelí, es simplemente, comida.
Ya por estos lados, se marina una fritura grande. El vecino de arriba, en la BBC de Londres, soltó esta perla: "Venezuela es una democracia sólida". Plop, como dijo Condorito. No señor, no es una democracia sólida, es, por el contrario, una bomba de tiempo. Sobre todo sólida? ¡puede llorar!, No hay ningún amago de solidez cuando tiene una hermandad a sotto voce con la guerrilla colombiana, esa que es roja, no por socialista, sino por la sangre que ha hecho correr, y, mientras tanto, el pueblo que lo eligió aguantando hambre, sitiado por la delincuencia y sin instituciones (lo básico para que haya democracia).
Llené la servilleta de cosas: la reina que le echaron ácido en la cara, la tragedia de la mina de Amagá, la volada que se les pegó alias "Pantera", cabecilla de sicarios de Los Paisas, luego de haber sido capturado; una Corte Suprema de Justicia que no ha sido capaz de elegir un Fiscal y que, como el escorpión, está haciendo que la justicia se clave ella misma un aguijón ponzoñoso; los 208 muertos en menos de ocho días que dejan los choques étnicos en Kirguizistán, y, para ajustar el Mundial de Fútbol de Suráfrica, bien malo.
Después de este ejercicio desesperanzador, recordé de nuevo la sencilla frase de un amigo que inspiró esta columna: qué fritanga de mundo. Como quien dice, apague y vámonos. Entonces, trato de aferrarme a Ernesto Sábato, y me repito como letanía, para no caer en la paila, algunos apartes de su libro La Resistencia : "No podemos seguir leyéndoles a los niños cuentos de gallinas y pollitos cuando tenemos a esas aves sometidas al peor suplicio? pero hay días en que nos levantamos con una esperanza demencial, momentos en los que sentimos que las posibilidades de una vida más humana están al alcance de nuestras manos". Esa es la mejor forma de bajarle la temperatura a la fritadora esa.
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