Raúl Moreno Sierra, rauletelaureles@hotmail.com
"Borrar con el codo lo que se hace con la mano", como dice el refranero popular, es lo que podemos aplicar en tantos infortunados hechos en los que nuestras fuerzas militares y nuestra Policía se han visto involucrados últimamente. Son unos pocos por fortuna, pero suficientes como para dañar las demás manzanas del canasto si no se pone drástico freno a estos desmanes.
Estos atropellos cometidos generalmente por quienes abusan de su poder, no sólo deben ser sancionados ejemplarmente, también se debe cernir con ojo de águila el personal a seleccionar para desempeñar tan delicados trabajos que son la imagen misma de todo país.
El encarnado color que la vergüenza saca al rostro y lo pone encendido, al ver varios agentes de la policía apropiándose indebidamente de los dineros a incautar a las pirámides, la cooperación de los mismos en asaltos a propiedad privada o los abusos contra la ciudadanía.
Veníamos viajando en pompas de felicidad por tantos aciertos de nuestras Fuerzas Armadas, de nuestros gobernantes y de un país que galopaba en dichas sin fin.
Lo bueno ha sido demasiado bueno, como la Operación Jaque y otras liberaciones, la poda de los paramilitares, y la "fumigación de la guerrilla".
Que lo bueno sea más bueno y lo malo desaparezca es lo ideal. Pero lo malo también cabalga, y ahí sí no se posa para la foto, en lo negativo no se mojan prensa y televisión, pero nosotros los ciudadanos comunes y corrientes en lo uno y en lo otro estamos igual de atentos.
¿Qué pasó?
De hermoso valle a "olla a presión"
Federico G. Velez Bernal, fedevelez@hotmail.com
Consternado y dolido, como tantos ciudadanos del común, quiero compartir unas reflexiones a raíz de la tragedia de Alto Verde. No es necesario devanarse los sesos o elucubrar sobre el calentamiento global para ver y palpar los enormes daños que se vienen haciendo en las montañas circundantes al Valle de Aburrá.
Lo que otrora fue un hermoso valle rodeado de verdes montañas, hoy es una creciente "olla a presión" recubierta de ladrillos, cemento y escombros.
Con el estímulo de vender "mejor vista" y verdor, estamos, precisamente, destruyendo eso que se nos ofrece.
Y las consecuencias están a la vista:
- Destrucción de bosques nativos.
- Contaminación y destrucción de las vertientes, las quebradas y el río.
- Pérdida del paisaje circundante. Algunas comunidades más cultas reclaman el derecho a contemplar sus bellezas naturales.
Ante este mortificante caos circundante quisiera invocar la solidaridad ciudadana para exigir respuestas de: nuestros gobernantes, de las curadurías, de los constructores y urbanistas, y de tantos ciudadanos que ingenuamente compran con señuelos como "amor a primera vista".
Y saber que todo se olvidará... hasta la próxima tragedia.
La tragedia de Alto Verde es una señal de alerta
Juan Fernando Echeverri Calle, pericles50@une.net.co
Hace muchos años que venimos oyendo hablar de la inestabilidad de El Poblado, incluyendo toda la franja de cordillera que encierra dicho sector hasta Envigado y más allá.
Que hay una falla geológica, que se talan los bosques nativos, que se secan las aguas, que se construye con riesgo y en forma exagerada, que el terreno está sobrecargado, que tal edificio o tal otro cedió, que hay construcciones que han presentado agrietamiento y hundimientos, que la irresponsabilidad de los constructores, que las aguas, la humedad, etc.
La dolorosa e irreparable tragedia de "Alto Verde" es una clara muestra de lo que puede suceder en El Poblado y sus alrededores, cuando ya la naturaleza empieza a cobrar por ventanilla el mal trato a que ha sido sometida por el hombre en forma irracional.
Como integrante que soy del grupo de caminantes ecológicos Los todo terreno, hemos recorrido gran parte de esas montañas y nos hemos podido dar cuenta del abuso a que se somete la tierra.
Mientras tanto, la mancha rojiza del adobe y los taludes que ascienden por las laderas sustituyen el poco manto verde que aún le queda a nuestras bellas montañas, y se ve crecer conjuntamente con ese manto negro y trágico que se cierne sobre cada obra que se adelanta, con la aprobación de las curadurías de turno y quién sabe de quién más.