"Le cuento el milagro pero no el santo", dice el refrán. ¿Y si empezáramos a contar los santos, pero no los milagros?
Hace unos meses, cuando confirmaron la fecha de canonización de Laura Montoya, entrevistaron en Bluradio a una de sus fieles.
"¿Cómo cambia su fe ahora que la Madre Laura será santa?", le preguntaron.
La respuesta no pudo ser más hermosa. Dijo que para ella todo seguía igual: desde hacía mucho tiempo la consideraba como una santa.
Para esta mujer anónima (cuyo testimonio fue tomado como un voz-pop entre feligreses) la santidad está en los actos cotidianos y no en los "milagros".
Coincido con ella.
Para empezar, considero incómodo el carácter "conveniente" del milagro. El milagro es tal, si ocurre a favor del creyente. Me explico: cae una casa en un derrumbe y no mata a los dueños pero sí a un transeúnte. Es un milagro para los que se salvaron, pero para el difunto ¿qué?
No busco discutir aquí la naturaleza del milagro. De Augusto Compte a Christopher Hitchens, son muchos los autores que han abordado el asunto desde la perspectiva de la razón. Destaco una ilustración de David Hume: "Cuando alguien me dice que ha visto volver a la vida a un muerto, inmediatamente me pregunto qué es más probable: que esta persona me engañe, que se engañe a sí misma o que el hecho que relata haya sucedido realmente".
Para la Iglesia católica uno de los factores determinantes de la santidad es el milagro comprobado. Y al milagro lo define su carácter sobrenatural.
Lo sobrenatural está íntimamente vinculado con aquello que rebasa la capacidad de nuestra comprensión humana y no cabe dentro de nuestro raciocinio.
¿Por qué considerar santa a Laura Montoya por sanar enfermos condenados a muerte por un concepto científico (la salvación de un desahuciado es inaceptable para una mente racional), y no por sus actos cotidianos?
Más allá de la unción por Francisco, la santidad de la religiosa reside en sus logros consuetudinarios, superiores a los de las personas como nosotros: su carácter de mujer y la valentía de sus acciones (en especial para la época en que vivió). Sus obras superan las de un ser humano promedio, pero no a nuestra racionalidad.
¿Otros logros humanos por encima de la capacidad humana promedio? La tenacidad de los Wikdis (niños que cruzan a diario territorios prohibidos, como el de la crónica de Alberto Salcedo Ramos ); la perseverancia de las Madres de La Candelaria; la resistencia de los científicos colombianos que investigan con presupuestos pírricos…
Santidad anónima, santos sin "milagros comprobados": ¡de ellos está llena Colombia…
As bajo la manga: Milagro sería que nuestros políticos aprendieran el significado de austeridad: ¡qué despilfarro la comitiva que viajó al Vaticano (en representación de un "Estado laico")….
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