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Señor alcalde Aníbal Gaviria

  • Señor alcalde Aníbal Gaviria |
    Señor alcalde Aníbal Gaviria |
12 de noviembre de 2011
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Antes de su posesión, y antes de que el remolino de diciembre, entre pólvora detonante y aceleres desenfrenados se trague mis angustias, quiero hacerle un encargo, en mi nombre y en el de mis vecinos, más de ciento treinta mil en el barrio y dos millones quinientos mil en la ciudad. Confieso que no me lo han pedido, pero soy regalada de nacimiento.

Enfrentarse a plomo, de cerro a cerro, es la forma de comunicación usada casi a diario por una recua de delincuentes que nos tienen azotados. El nombre vulgar es combos y, sin exagerar, ante ellos nos sentimos en riesgo de extinción.

Al terror de que el blanco perfecto de una bala perdida pueda ser uno mismo, hay que sumarle las soluciones propuestas por algunos energúmenos, como esta perla, solo una para no causar pánico colectivo, leída hace pocos días en el foro de lectores de este diario: "Ese Medellín está plagado de delincuentes. Debieran (sic.) fumigar esas comunas y acabar con toda esa escoria".

Qué escalofrío, señor Alcalde. Yo, que vivo en la 13, símbolo de la violencia urbana de todo Medellín, me estremecí de sólo pensarlo. Son tan peligrosos estos terroristas de teclado como los delincuentes que disparan con regadera.

"Si te he visto, no me acuerdo", le diría al autor de la ideota, además de recordarle, por si tiene alguna duda, que todo Medellín está sectorizado por comunas, algunas no tan estigmatizadas, pero no por eso descontaminadas. ¿Merecemos, entonces, que toda la ciudad sea exterminada, cual Sodoma y Gomorra?

Necesitamos seguridad, y usted la prometió, señor Alcalde, pero en un sentido más amplio que las calles llenas de policía. La tranquilidad ya sería ganancia, de ser duradera. Los planes de choque acaban siendo tan ineficaces como paños de agua tibia en una pierna amputada.

Las expectativas, necesidades y prioridades son muchas. No pretendo que las resuelva todas el 1 de enero, pero sí que las convierta en políticas públicas, que ponga en ellas voluntad y determinación, planes de trabajo definidos, con responsables visibles, presupuestos destinados e inamovibles y fechas de ejecución puntuales. En pocas palabras: necesitamos "productos concretos" que ofrezcan resultados tangibles en el más corto plazo posible.

Pero sobre todo, señor Alcalde, que impacten en las comunidades donde se incuba la violencia. Los que tienen las armas ya están disparando, pero detrás vienen muchos aferrados al "todo vale": los niños con hambre, los desescolarizados, los desconectados y los desempleados. Y añádale los desplazados, los acorralados por las fronteras invisibles y los extorsionados. Cómo duelen, preocupan y vuelven a doler.

Esas amenazas de la ciudad que usted bien identificó durante su campaña, conviértalas en soluciones de largo aliento, por favor, para que su programa de gobierno no parezca un catálogo de buenos deseos.

Estaremos atentos. ¡Hasta la próxima!

P. d. Y ya entrados en gastos, ¿será mucho pedirle que duerma con un ojo abierto y el otro cerrado? Los electores ya hicimos parte de la tarea, pero no sobra encargarle que nos cuide la casa, en especial de las ratas que siempre se quieren colar.

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