En un momento en que la estrategia de la oposición parece mudarse discretamente a posturas menos radicales, al menos a su juicio, Henrique Capriles se aferra a una visión, la suya, la de siempre, que en estas últimas semanas se vio sometida a la dura prueba de una protesta continuada aún vigente. Si se siente reivindicado no lo reclama, pero aunque advierte que la protesta debe continuar porque los problemas que la provocaron aún persisten, enfatiza en la necesidad de desechar la polarización y estrechar lazos entre la clase media y los sectores populares.
A un mes de haberse iniciado las protestas, el saldo es de 20 muertos y el conflicto pareciera no resolverse. Sin embargo, desde una parte de la opinión, se dice que el Gobierno se ha debilitado. ¿Comparte esa opinión?
"La muerte de cualquier venezolano me duele en el alma. Alguna vez dije que la única vida que estoy dispuesto a arriesgar es la mía. Me niego a poner en riesgo la de los venezolanos por ninguna causa. No creo en la violencia y su posterior costo en vidas, para alcanzar un objetivo. Durante estos años mi posición ha sido clara: trazar un camino a un cambio duradero. La protesta pacífica (artículo 68 de la Constitución), aunque esté equivocada en su planteamiento, no es un delito. ¿Qué va servir para que ocurra? Dios quiera que así sea".
Pero, ¿justifica esa esperanza, en caso de materializarse, el costo en vidas que se está pagando?
"No hay justificación para la pérdida de una vida. Yo evité un escenario de cientos de muertos el 17 de abril, cuando le dije al país que no íbamos a una guerra planteada por un Gobierno al cual no le importa la muerte de seres humanos con tal de conservar el poder. Posición apoyada por la cúpula militar. No había, entonces, ninguna garantía de que salir a la calle iba a cambiar el resultado del 15 de abril. ¿Cuál fue la respuesta del Gobierno? Acusarme de asesino, lo cual muestra su doble moral".
¿Se está repitiendo la situación en esta oportunidad?
"Me tiene sin cuidado lo que piense el Gobierno. Valoro, sí, lo que piensa el pueblo. Y por eso es importante que los seguidores del oficialismo entiendan que nuestra lucha no es violenta. Que el esfuerzo gubernamental por ponernos al lado de la violencia quede, apenas, en algo comunicacional, al comprobarse que nuestro discurso se corresponde con nuestras acciones. Es decir, que somos pacifistas y buscamos un cambio en paz".
Ese es, más o menos, el discurso del movimiento estudiantil, cuyos dirigentes aducen que la violencia surge del lado del oficialismo.
"La protesta del movimiento estudiantil no es violenta y la de la inmensa mayoría, tampoco. Pero el Gobierno tiene la intención de que algunos espacios de violencia desvirtúen su razón de ser. Yo nunca he estado contra las protestas. Digo, sí, que se deben llenar de contenido y me refiero a las pacíficas, sobre todo las de carácter social, de las que el año pasado hubo unas cinco mil".
¿No tiene razón el Gobierno cuando advierte que una de las causas del recrudecimiento de la escasez de alimentos, por ejemplo, se debe al mes de protestas?
"Este Gobierno, inmoral de la A la Z, no tiene razón. El colmo ha sido pretender que el descontento social o el desastre de la inseguridad, generado por ellos, lo resuelva yo o la dirigencia de oposición".
¿Cuál será el final de esta película que arranca?
"El fin de la película es el cambio de Gobierno, pero para llegar a él debes ir al principio de la película: la grave crisis del país que conecta con el descontento social. Eso te da la oportunidad de decirle al Gobierno, al terminar la película: "o cambias o te vas"".
¿Y si no cede qué?
"Entonces, vamos al estallido social. Al conflicto, no promovido por Capriles. Probablemente tendremos mucho de lo que no hemos visto. A 25 días de la investidura de Carlos Andrés Pérez, el Gobierno se fracturó y posteriormente salió. Mientras, ahora hay una protesta que seguirá".
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