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¿SOFISMAS, CAÑAZOS Y MUCHOS SAPOS?

  • FRANCISCO JAVIER SALDARRIAGA | FRANCISCO JAVIER SALDARRIAGA
    FRANCISCO JAVIER SALDARRIAGA | FRANCISCO JAVIER SALDARRIAGA
14 de septiembre de 2012
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Iniciar conversaciones entre jugadores bloferos (fanfarrón, bocón, farolero) es, antes que algo serio, un espectáculo para quienes las presencien y un riesgo enorme para el resto de colombianos que sufriremos las consecuencias de esta aventura incompleta, en cuanto al número de protagonistas.

Quien supuestamente nos representa afirma, sin ponerse colorado, que a tres días de su posesión encontró a su mejor amiguis. Después a ese amiguis lo calificó como el elemento estabilizador de Suramérica, más adelante afirma que sigue cuidando la herencia de los tres huevitos y recientemente tuvo que reconocer esas acciones escondidas que fueron destapadas, que pretendieron negar las voces oficiales e inclusive desmentir a quien las destapó, hasta que la realidad los avasalló y tuvieron que aceptar que desde hace rato venían en esos escarceos veleidosos. Afirma también, sin reato, que le cree a su contrincante.

Una vez reconocido y publicado el hecho empezamos a ver cómo el otro jugador muestra también sus primeros faroles. “No somos secuestradores, nunca hemos convenido con el narcotráfico”. Más adelante, posiblemente dirán que no tienen niños en sus filas.

La mesa está coja y veamos las patas que le faltan:

Faltan representantes de las víctimas, que somos muchos, no están otros actores de la violencia como son las demás organizaciones narcoterroristas que azotan al pueblo colombiano. Supongamos que los cabecillas de esos facinerosos sentados a esa mesa, coja reitero, acepten dejar su negocio terrorista, secuestro, reclutamiento de niños para la guerra y su solaz, narcotráfico y todos esos negociados que se forjan alrededor de una supuesta lucha insurgente a favor de los derechos inalienables de los pueblos.

Nosotros entregaremos un perdón, un olvido y la posibilidad de reintegrarse a la sociedad con igualdad de derechos al resto de colombianos, que sufrimos sus atrocidades. ¿Nos tragamos esos sapos?

No importa que dejemos en ciernes el resurgimiento de nuevos grupos o el fortalecimiento de los que no están en esa mesa; muchas de las víctimas no se sentirán tratadas justamente y recurrirán a las acciones violentas, puesto que el mensaje es claro: forme un grupo terrorista, finánciese con el narcotráfico, consiga niños para que lo entretengan y luchen por usted que dentro de un tiempo, tendrá reconocimiento y conseguirá la justicia que anhela hoy. Otro sapote para el estómago.

Una paz excluyente no es paz verdadera, es más bien una acción mentirosa que busca mejorar imágenes de quienes quieren engañarnos con esas acciones incompletas, para anestesiar al pueblo, lograr réditos políticos y restaurar estatus ante la opinión pública mundial. Esto prolongará el terror y dentro de cincuenta años estaremos otra vez sentados a la mesa, para negociar lo que pudimos hacer hoy. El papá de los sapos.

Duele mucho que se aprovechen de un anhelo general ¿quién no quiere vivir en paz?, para lograr satisfacer vanidades propias de personajes mezquinos que no les interesa nada diferente a satisfacer sus egos. El origen de todos los sapos.

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