Esto sí, Pascual Gaviria. Soy del "club de madres atemorizadas" que sienten verdadero pánico de que sus hijos se conviertan en alcohólicos, drogadictos o marihuaneros. Soy del club de madres que sueñan con un futuro mejor para Colombia y esperan que sus hijos tengan un verdadero compromiso con sus estudios, con su sexualidad y con su futuro. También soy del club de madres que creen tener el mejor Presidente que Colombia haya conocido: un hombre honesto, trabajador y, sobre todo, fiel a los valores cristianos y a los cimientos de la familia.
Por eso, a pesar de que a usted le parezca que su empeño en que el Congreso apruebe la Ley de Penalización de la Dosis Personal es "el más barato de sus proselitismos", lo elegimos la primera vez con una votación abrumadora, lo reelegimos, y es probable que volvamos a elegirlo para un tercer mandato.
Es triste que Colombia todavía cargue con el estigma de país cocalero y, que a veces, los turistas sólo vengan a buscar droga o servicios de prostitución. Creo que el canal Caracol hizo muy bien en denunciarlo. Ellos, los que sólo vienen a buscar droga y sexo, se pierden la maravilla de nuestros paisajes, la variedad de nuestras frutas y comidas, y la acogida cálida que brindamos los colombianos a quienes nos visitan. Es triste, pero no es definitivo.
Gracias a nuestro presidente, Álvaro Uribe, y a pesar de usted, la imagen de Colombia ante el mundo está cambiando. Gracias a su política para la erradicación de los sembrados de coca, al Plan Colombia, a la Operación Jaque y a su indeclinable propósito de acabar con los corruptos y sacar adelante leyes como la Penalización de la Dosis Personal.
Me enorgullece pertenecer a ese "club de madres" del que usted habla despectivamente en su artículo del sábado 2 de agosto, y sin que me lo pidan, tomo la vocería para decirle que no toleramos que a través de sus columnas falte al respeto a nuestro Presidente.
No es la primera vez que usted, Pascual, pretende hacer apología del uso de las drogas psicoactivas. Hace varios años salió en defensa de Maradona, cuando las autoridades de un país asiático le negaron la visa de entrada, ya que consideraban que su vida personal podían influir negativamente en sus jóvenes. ¡Bravo por ellos! ¡Eso se llama tener cojones!
Tal vez su poca experiencia le impide comprender que por eso, por un simple porro, y el que sigue, y el que sigue, hay miles de hogares destruidos, miles de jóvenes que en vez de ser la fuerza pensante y productiva de este país, están ahora en instituciones para la recuperación de drogadictos. Quiera Dios que la vida no le depare un hijo con esa afición, para que no tenga usted que "resignarse en la compañía de un porro".
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