La tramitomanía, una de las manifestaciones más detestables del "Estado enemigo del ciudadano", no claudica y se muestra cada vez más vigorosa. Desafiante y déspota, consume tiempo y dinero del abnegado colombiano. Sellos, copias, juramentos, certificados, autenticaciones. Ah, y las filas de horas. Es la pasión poco oculta del burócrata por obstaculizar hasta el límite tolerable la vida normal del "súbdito".
Que cuenten los jóvenes, como lo hicieron a este periódico, el proceso para obtener la libreta militar. Que relaten los pensionados los trámites de jubilación; los enfermos, las vueltas para que los atiendan.
Porque cuando hablamos del burócrata, no hacemos referencia sólo al del sector público. En los negocios privados, la palabra debe ir autenticada y en varias copias. Lamentablemente, la picaresca y el abuso de confianza agudizan la tramitomanía.
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