Lo que se ve no importa tanto. Es más un cuento sensorial y auditivo. Por eso la oscuridad se la juega toda, y por eso también el espectador tiene que agudizar la escucha, como lo hacen los caninos.
"Es un encuentro con las sensaciones", dice Julio César Peláez, director del Teatro Las Tablas y de la obra que por estos días está en su escenario: Cada vez que ladran los perros.
La historia es muchas a la vez, "tiene varias líneas", dice. La estructura propone fragmentos, que hablan de la realidad humana y de los animales.
Porque si bien a veces es la historia de venganza de un perro que fue abandonado por su amo en un árbol, después de que su esposa y su hijo murieran, y de vez en cuando le daban comida, también es "una denuncia -añade el director- a la barbarie que hay en los campos y los hombres indefensos que están allí" por culpa de la violencia.
Con la narración, y los sonidos, se cuentan imágenes y ahí vuelve esa exigencia que la obra le hace al espectador de estar con los sentidos abiertos.
La locación utiliza el espacio real, al servicio de la puesta en escena, para llegar, como expresa Julio César, a sobrecoger al espectador, que es finalmente una de las apuestas.
El texto fue escrito por el director y actor de teatro Fabio Rubiano, a finales de los noventa. En 1997 fue premiada por el Ministerio de Cultura y desde 2002 es una de las obras que Las Tablas deja en su propuesta anual. Sin embargo, la de este año es especial: es la primera vez que la hacen en la sede de su teatro.
Una propuesta, que si bien en general es fiel a la del dramaturgo, no toma todas las ideas. Sólo las que les funcionaban para el montaje que ellos realizan. "Hemos ganado mucho en la puesta en escena".
La promesa es que saldrá conmovido. Y que no se parará de la silla, porque querrá escuchar más y sentir más y tratar de ver, en medio de esa falta de luces.
Dónde: Teatro Las Tablas
(Carrera 38 No 43-72).
Cuándo: hoy y mañana, 7:30 p.m.
Informes: 44 44 289.
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6