Vuelticas es lo que le da Germán Valero a su Renault 4, aunque no muchas, porque le "da miedo que lo golpeen".
Y eso porque ese Renault 4, azul claro, parece nuevo, aunque ya vaya a cumplir cuarenta. Es modelo 72, mejor dicho, de los primeros que salieron al mercado.
Casi nuevo, porque ha sido cuidado con tanto cariño, que el olor de los años no parecen tantos. La pintura está intacta y eso que solo se ha pintado una vez. Y por dentro, la cojinería ni qué decir. Todo está perfecto, como de museo.
"Motor original de 850 centímetros, caja pequeña y hasta el bómper delantero tiene el hueco para la manivela, por si se quedaba varado, prenderlo. Hasta el techo es original", cuenta Germán.
Los detalles son más. Tiene un solo espejo lateral, del lado del conductor, porque así se usaba en la época. El retrovisor no está arriba en el techo, sino abajo, donde se acaba el vidrio. Y los cambios son cuatro, "el último es como si fuera la quinta , señala Germán-. Muchas personas creían que solo tenía tres".
Y todo ello, y otras cosas más, fue lo que permitió que hace más de un año y medio, le dieran la placa de antiguo y clásico. Eso después de, explica él, varios peritos. "Iban y lo miraban y luego volvían. Hasta que decidieron que sí, que era antiguo".
Hasta que por fin
Gaturro es el nombre del Renault 4 de Germán. "Me encanta ese muñeco". Lo tiene hace seis años, cuando se lo compró a una clienta de su taller. Él trabaja en soldadura, con aleaciones especiales. Y desde que lo vio, fue casi como amor a primera vista. Le dijo que cuando lo fuera a vender, que él se lo compraba. Así que un 24 de diciembre le dijo que listo.
"Lo desarmé completamente y lo dejé como está", dice Germán. Aunque el carro necesita ciertas atenciones. "La mayoría del tiempo está guardado, pero un vehículo debe estarse moviendo. Yo lo llevo a salidas cerca".
Lo compró porque el Renault 4 siempre le había gustado, por eso de haber sido especial y que lo hubiesen tenido tantas personas en el país, incluyéndose. "Es un carro considerado patrimonio. El mejor carro de Colombia", indica entre risas.
Y también porque le gustan las antigüedades. Tiene esculturas y camas, viejísimas, en bronce. Y tuvo un Ford de 1928 y coches de caballo, que ya vendió, "por bobo".
De Gaturro tiene hasta la factura. Antes de él, tuvo otras dos dueñas. Siempre mujeres: ahora está a nombre de su hija menor, que nunca lo ha manejado, porque dice él que "ese carrito no es cómodo de manejar".
Nunca ha sido estrellado. Su "zorrita" camina bien y eso sí, "él me conoce a mí y yo lo conozco a él".
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