Aún no he podido asimilar completamente la fiesta que me brindó la mejor afición del mundo el sábado en el Atanasio Girardot, estadio en el que soñé despedirme.
Todo porque tengo sentimientos encontrados de nostalgia, agradecimiento, alegría y tristeza que me hacen pensar que no fue una despedida, sino un hasta siempre. Catalina, María Camila, Juanita, Emilio y mis familiares están muy agradecidos con todos los que me acompañaron.
Gracias también a mis amigos, a la Organización Ardila Lülle, a Nacional, a las organizaciones que de una u otra manera nos ayudaron. Y millones de gracias a todos por hacer de estos dieciocho años los mejores que cualquier persona pueda vivir. Aristi nunca se irá, porque ustedes me han mantenido vivo y viviré para ustedes.
Dios les pague. Hasta siempre.
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