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Yo me llamo y el esnobismo

  • Yo me llamo y el esnobismo
27 de noviembre de 2011
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¿Cuántos, de los centenares de concursos de la canción que se hacen en los pueblos colombianos, merecen siquiera una referencia mínima en la televisión? Si acaso, algunos se transmiten en horarios extremos de trasnochadores por los canales regionales. Pero ninguno de los eventos musicales con representatividad autóctona, en los que se revelan talentos de la creación o la interpretación artísticas, se gana el despliegue exagerado de Yo me llamo , el modelo de imitación y falta de originalidad que ha alcanzado en estas noches un nivel de audiencia enorme pero digno de mejor causa.

El arte de imitar está bien dentro de los límites del juego y el entretenimiento. Mi gran amigo Juan de la Ermita hacía disfrutar en las fiestas familiares con su ingenioso espectáculo de imitación de voces. Pero otro asunto es incorporar esa diversión a las formas habituales de vida, como sucede en este y de seguro en otros países. Si se imita no sólo por divertir y divertirse sino porque no puede adoptarse un modo de expresión de voz e ideas propias, la vida se convierte en un lamentable ejercicio de inautenticidad, que acaba por degradar la identidad personal o colectiva.

No diría que este es un país de imitadores. Al país no debemos culparlo por los disparates de realizadores de la televisión perezosos y carentes de inventiva, que no crean modelos originales y copian programas gastados en el exterior. El medio televisual, como legitimador de patrones de comportamiento, tiene poder de transformar en modélico, en ejemplar, como si se tratara de algo innovador, todo aquello que ofrece con despliegue y espectacularidad (tal es el caso de Yo me llamo ), con la bendición de un jurado y el veredicto de un plebiscito por celulares, a los que se les atribuye autoridad inapelable.

Así, se denigra de lo propio, de la producción que muestra la diversidad cultural. Y se fomenta una mentalidad imitativa, copiadora, que se extiende a todas las demás actividades individuales y sociales: Copiar, plagiar, apoderarse de creaciones ajenas, piratear, se ha puesto de moda, en gran parte por el ejemplo deseducador y deformativo. Cuando está a punto de expedirse una suerte de estatuto de los espectáculos nacionales, anunciado por el Ministerio de Cultura, queda por saberse cuáles han de ser las responsabilidades de los productores de televisión y radio públicos y privados en la difusión de las manifestaciones musicales de las regiones que integran esta nación plural y variopinta.

Yo me llamo representa el esnobismo, la manía de imitar extensiva a los ademanes, voces, gestos y opiniones "de aquellos a quienes se considera distinguidos" (dice el Diccionario).

El esnob desprecia la originalidad, pierde el concepto de autenticidad y borra la identidad. No sabe cómo se llama.

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