Guardo en mi memoria historias y relatos memorables de mi cautiverio. Solo me era permitido tener contacto con los comandantes que me tenían a su cargo y con dos de ellos, Jofre y Merejo, tuve discusiones muy particulares.
Jofre combatió 19 años en las Farc y se desmovilizó en el 2009. Su experiencia y habilidad eran notorias y varios comandantes pretendían tenerlo en sus filas. Era un hombre estricto para hacer cumplir los estatutos. Para ello, cuando acampábamos por un tiempo largo, hacía construir la Escuela, donde se reunían cada mañana para comentar las noticias que los medios de comunicación emitían. En algunas ocasiones construían el rancho cerca a mi caleta, y por ello pude escuchar las discusiones que se generaban entre ellos. Hablaban de las normas de las Farc y se enfrascaban en discusiones insignificantes.
-Lizcano, dígame si no es cierto lo que les estoy diciendo -gritó alguna vez Jofre desde una de las bancas de la Escuela.
-¿Qué será, Jofre? -pregunté.
- Pelusa y Baltazar dicen que lo que yo sostengo es falso; que el petróleo se siembra como el maíz o el frijol.
En otra ocasión Merejo, un paisa de baja estatura que fue de los pocos comandantes que me trató bien, me preguntó:
-Viejo, cuénteme una cosa: ¿Qué es el referendo? Es que como lo mencionan tanto en la radio? ¿es así de famoso? ¿Eso es un señor o qué?
Esa conversación me llevó a reflexionar sobre la estructura ideológica de las Farc. Yo tenía la percepción de que quienes llevaban un tiempo considerable en el grupo armado eran personas que se habían dedicado con disciplina a formarse políticamente. Muchos de esos guerrilleros no sabían leer ni escribir y sus comandantes tampoco los estimulaban para que aprendieran. Ni siquiera motivaban a sus mujeres. Por ejemplo, Sebastián, un hombre que ha tenido el cargo de instructor político en la población civil, quien fue luego el más cruel de mis carceleros, no se interesó por enseñarle a leer o a escribir a Fanery, su compañera.
Con una amplia masa de guerrilleros de base que literalmente no saben dónde están parados, es imposible tener cuadros políticos que contribuyan a esa revolución. El afán desmedido por sumar nuevos combatientes, sin garantizar su formación en conocimientos mínimos que les permitan comprender la realidad política colombiana, los ha reducido a ser una guerrilla rural ignorante, aislada y anacrónica. Jamás podrán llegar al poder con las dos formas de lucha que plantean: la armada y la política.
Antes de ello pensaba que el sustento político de la revolución no podía ser una posesión exclusiva de un porcentaje de guerrilleros. Y menos cuando en su discurso se habla de lucha contra la desigualdad social y económica. Por eso, comprobar que el conocimiento de la realidad del país se queda en manos de Márquez, Cano, Catatumbo, Joaquín Gómez y otros pocos, no es más que una evidencia de las graves fracturas ideológicas y políticas que tiene la guerrilla.
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