Se enamora de las piedras Hugo Zapata. Y cuando esto ocurre algo se ilumina dentro de él. Habla con ellas, las mima y consciente. Y entonces, ellas le entregan su alma. ¿Cómo darles voz en medio de la dureza del material?
Encantador de piedras es él. Ha andado muchos caminos dentro y fuera de Colombia buscando en ellas el secreto tras su dureza, su brillo, sus óxidos, su textura.
Para Hugo, un artista es el que piensa, no el que sabe un oficio. Es un testigo de su tiempo. Es intuición y razón. Y así ha sido su vida en el arte. Cada obra tiene un sentido. Sus espejos de agua, sus arcas, se comunican con el cielo al reflejar soles y estrellas. Sus texturas muestran vetas milenarias, sus flores recuerdan a Charles Baudelaire; sus barcas, como naos de piedra, hablan del tránsito del hombre por la vida. Otras se hacen pila bautismal, cordillera, fósil.
Esculturas que remiten a lo ancestral, a lo primigenio. "Las piedras son la memoria del hombre". Él llegó a la piedra buscando lo que nos conecta con el pasado, el presente, el futuro.
Es un viajero que mira el pasado para soñar. Arquitecto fue primero. Luego, el arte lo llamó y se quedó con él. Sin embargo, la arquitectura ha estado siempre presente en sus formas armónicas, en su conexión con el espacio, con lo urbano; en su diálogo con lo otro, con el otro.
Sus proyectos han sido a gran escala, pero no todos han llegado a ejecutarse. Fue uno de los fundadores de la carrera de Artes de la Universidad Nacional, pensando en un estudiante como creador libre en su pensamiento y su acción, porque no se enseña a ser artista, dice.
La poesía de sus piedras habita el Camellón de los Almendros, en Aracataca, la tierra de Gabriel García Márquez. Habita colecciones particulares, museos y galerías internacionales; habita parques y avenidas.
Este 9 de diciembre en el Museo Nacional de Bogotá, se presentará un libro que recoge la historia de Hugo Zapata en el arte. Una publicación de Villegas Editores patrocinada por Davivienda, con prólogo de Juan Luis Mejía Arango. Y allí se expondrán también algunas obras del escultor.
Es la roca que habla, que se hace escritura. Que se hace expresión en las manos sin callos, para sentir la materia, de Hugo Zapata, este hombre que respeta la naturaleza de esas piedras que están llenas de sugerencias.
"He encontrado por azar, en el interior de las rocas que trabajo, huellas cercanas a pictogramas, a signos, a señales, a ideogramas. Son gestos de un magma primigenio, rastros del trajinar de la materia en la eternidad del tiempo geológico... Son heridas de la materia en su eterno viaje por el cosmos, intrigantes cicatrices que se acercan a territorios visuales conocidos por el hombre y su cultura. Son dibujos expresivos. Hay en ellos ecos, ritmos, danzas, geometrías; claves misteriosas de un alfabeto tal vez nunca descifrable. Rescatarlos, recrearlos, establecer un diálogo con ellos y con su origen se hace posible gracias al arte, la ciencia, la imaginación. Antes del hombre la tierra ya escribía", dice Hugo Zapata en una de las páginas de este libro de excelente factura dedicado a sus esculturas.
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