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El tráfico de basura siembra el caos en el sudeste asiático

  • La ministra de Energía, Tecnología, Medio Ambiente y Cambio Climático de Malasia, Yeo Bee Yin, asegura que su país no se convertirá en el “basurero del mundo”. FOTO Getty.
    La ministra de Energía, Tecnología, Medio Ambiente y Cambio Climático de Malasia, Yeo Bee Yin, asegura que su país no se convertirá en el “basurero del mundo”. FOTO Getty.
04 de marzo de 2021
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En alta mar y por tierra, más de 40 países desarrollaron en 2017 una de las operaciones de investigación y redadas más grandes de su tipo en la historia. Durante los 30 días de junio, oficiales de nacionalidades europeas, americanas, asiáticas y oceánicas identificaron y persiguieron a los protagonistas de una red global de tráfico. No buscaban oro o diamantes o fajos de dinero. Iban detrás de basura. Desechos de automóviles inservibles; cables de televisor gastado; miles de prendas de ropa usadas y abandonas; baterías de litio; neveras...y plástico. Mucho plástico.

El mundo era entonces otro. La basura tenía un origen diverso pero un destino bastante claro. Todos los caminos apuntaban a China, el país que entre 1992 y 2018 importó más del 45% de todo el acumulado de los residuos plásticos del planeta. No es un negocio de poca monta. Según calcula Interpol, (la Organización Internacional de Policía Criminal), el sector mundial de los residuos -desde la recogida hasta el reciclaje- mueve alrededor de 410.000 millones de dólares al año. Solo el mercado mundial de los plásticos reciclados se valoró en 34.800 millones de dólares en 2016 y se prevé que alcance los 50.360 millones de dólares en 2022.

Son las cifras formales del negocio. En la redada de 2017, Interpol incautó 1.5 millones de toneladas de basura avaluadas en 33 millones de dólares. ¿Por qué un país estaría interesado en comprar lo que millones han decidido que no sirve? La llamada fábrica del mundo, como se comenzó a nombrar la producción y exportación en serie de productos chinos, necesitó durante décadas abastecerse de metales, cobre, plástico, etc, sin estar sujeto al valor volátil de los mercados. Desde la década de los 50 el país optó por construir una robusta industria interna de reciclaje e importar los desechos que al mundo no le interesaba reutilizar. Así pudo continuar su producción en masa.

Eso cambió en 2017. Un mes después de que la Interpol persiguiera cargamentos de desechos en el mar, “la fábrica” china anunció un cierre escalonado. La potencia asiática informó en julio de ese año que a partir de enero de 2018 aplicaría restricciones a las importaciones de 24 tipos de residuos sólidos, una lista que se ampliaría a 32 con condiciones muy estrictas para los plásticos. Para abrirles sus fronteras, exigiría a partir de esas fechas una pureza del 90-95% al 99,5%, es decir, que el plástico con el que fueron producidas no tuviera otra mezcla de materiales. Dichos límites han hecho que incluso pequeñas botellas de agua no puedan entrar.

Entre 2018 y 2020 la cantidad de basura, especialmente plástico, importada por China tuvo una reducción del 41% interanual, pasando de comprar en 2018, 22,63 millones de toneladas de desechos, a hacerlo en 2020 con solo 7,18 millones. La producción mundial de residuos plásticos, por otro lado, ha aumentado constantemente en 10 millones de toneladas métricas cada año en la década de 2010, hasta alcanzar casi 360 millones de toneladas métricas al año en 2018, según PlasticsEurope, una asociación empresarial que representa a los fabricantes de polímeros en Europa.

Sin destino fijo, ¿a dónde está yendo toda esa basura?

Problema en los puertos

Más de 260 contenedores encallados en el puerto, de esos de colores vistosos sinónimo en los países del “Primer Mundo” de globalización. Nadie responde por ellos, no entran y tampoco salen. Son basura, desechos de los barrios parisinos, ingleses o estadounidenses que intentan entrar a Malasia. En 1992 Jim Puckett, miembro de Greenpeace, acuñó el término “colonialismo tóxico” al descargue de los desechos de Occidente sobre los territorios del “Tercer Mundo”.

“No dudaremos en tomar medidas severas para garantizar que Malasia no se convierta en el basurero del mundo”, dijo en enero de 2020 la ministra de Energía, Tecnología, Medio Ambiente y Cambio Climático, Yeo Bee Yin. Malasia sustituyó a China como el principal destino de las exportaciones de residuos de plástico en el mundo. Las legales y las ilegales. Bee Yin lanzó la amenaza mientras devolvía a su país de origen más de 150 contenedores con un volumen combinado de 3.737 toneladas métricas de residuos plásticos. El país no es el único que ha sentido los efectos del cierre de fronteras chinas.

Todo el sudeste asiático riñe ahora con la activación de 257 rutas transnacionales de comercio de residuos plásticos, en las que están implicados 64 países importadores y 57 países exportadores. La tendencia es clara, señala Interpol en el informe “Emerging criminal trends in the global plastic waste market since January 2018”, publicado a finales de 2020: “todas las exportaciones de residuos plásticos a China han disminuido o desaparecido, mientras que las exportaciones hacia los países del sur y el sudeste asiático han aumentado desde todos los orígenes: Europa, América del Norte y el Pacífico”.

El incremento es exponencial. Desde el primer trimestre de 2018, Interpol señala que las exportaciones de residuos estadounidenses a Malasia aumentaron un 330%, a Tailandia un 300%, a Vietnam un 277%, a Indonesia un 191% y a la India un 165%. En 52 de las 257 rutas identificadas se reconocieron traslados ilegales de basura. “Se detectaron en el 40% de las rutas comerciales de Europa a Asia y en un tercio de las de América del Norte a Asia”. El modus operandi es básico, organizado y difícil de rastrear. Basa toda su efectividad en la falsificación de documentos.

Infográfico
A dónde van las basuras en el mundo, prohibición de China de importar basura

Para eludir a las autoridades, los traficantes declaran residuos de plástico contaminados o mezclados (que no cumplen las condiciones mínimas de exportación), como residuos de plástico clasificados no peligrosos (que si podrían ser exportados). O como materia prima, plástico reutilizable, restos de metal y otras sustancias que no están prohibidas o restringidas por el mercado o el país comprador. Como parte de la táctica para hacer imposible el rastreo, los delincuentes han aumentado la declaración errónea del país de destino final, que implica un punto de tránsito, lo que hace que la detección del Estado de origen del traslado ilícito sea aún más difícil.

Todo esto hace que cualquier devolución de basura sea una compleja trama legal y también diplomática. Malasia logró regresar a su país de origen los desechos sin mayor tensión, aunque si muy lentamente. El procedimiento requiere que las autoridades o encuentren pruebas irrefutables de que el país importador cometió ilegalidad; o identifiquen en una investigación quién exportó el contenedor; o desarrollen una negociación con el país de origen. Es un largo camino que mientras se desarrolla mantiene en el puerto del país miles e incluso millones de toneladas de basura.

La cuerda se tensa tras el paso de los días. En 2019 el presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, explotó. “Advierto a Canadá que si no saca de aquí la basura la semana que viene, emprenderé un viaje por mar para botarla en su costa”, afirmó. Más de 100 contenedores con más de 1.500 toneladas de desechos tóxicos o no reciclables estaban en territorio filipino desde 2013 sin que el país americano hiciera algo. Se trataba de pañales usados, plástico mezclado, basura electrónica y otra de cantidad de materiales no reciclables.

Canadá terminó aceptando repatriar su basura, si bien la suerte casi nunca es esa. “De todos los 1.095 contenedores de residuos de plástico importados a Indonesia e inspeccionados manualmente en 2019, 433 (45%) fueron declarados ilegales por las autoridades (residuos contaminados) y debían ser repatriados a su lugar de origen. Según los datos oficiales, un total de 280 contenedores habían salido de Indonesia a su país de origen hasta marzo de 2020”, señala Interpol. El negocio ilegal hace uso de modos tan sofisticados como obvios.

La policía internacional ha encontrado cómo esconden el plástico ilegal en contenedores, detrás de materiales legales. “Los datos sobre delincuencia recogidos han identificado que la infiltración de los GDO (Grupos de Delincuencia Organizados) en el sector de los residuos suele producirse a través de negocios legítimos como tapadera de operaciones ilegales, con la participación habitual de fraudes financieros”, señala Interpol. No son solo delitos de cuello blanco.

En agosto de 2019, Jean-Mathieu Michel, alcalde de Signes, una localidad en la región Costa Azul de Francia, murió atropellado mientras intentaba evitar que un camión vertiera desechos en un basurero ilegal. El vicealcalde de la ciudad destacó en su funeral que Michel murió “tratando de hacer cumplir la ley, defender su territorio y garantizar el respeto por el medioambiente”. La decisión china y la salida y llegada masiva de basura ilegal impulsó otros delitos en los países, tanto importadores como exportadores.

Incineración y basureros ilegales

No hay lugar en el mundo para tanta basura. La redistribución de rutas les plantea a las autoridades dos problemas: los países del sudeste asiático no tienen en su mayoría la capacidad de procesar los desechos que están llegando a sus territorios; los países exportadores nunca la han tenido. “Como consecuencia del excedente, la segunda tendencia delictiva emergente que se observa es el aumento de los métodos irregulares para deshacerse de los residuos de plástico”, señala Interpol. Y esto pasa desde incineraciones hasta vertederos irregulares.

Casi la mitad de los países que ofrecieron información a Interpol (40% de 40 países) señalaron que desde 2018 y las restricciones chinas, han notado un aumento de estas actividades ilegales. Muchas de ellas, sospecha la institución, lideradas en el sudeste asiático por empresas de reciclaje chinas que trasladaron su centro de operación a países vecinos como Malasia, Tailandia y Vietnam, en donde les es más fácil tener acceso a la materia prima de su negocio. América Latina tampoco escapa a la búsqueda desesperada por un nuevo destino para los desechos.

La Interpol advierte que el crecimiento en la industria de reciclaje de países latinoamericanos como México y Argentina podría convertir a la región en un nuevo destino para los residuos plásticos. De hecho, en la redada que llevó a cabo el organismo en 2017 identificó cuatro casos delictivos de envío de basura peligrosa desde Europa a Brasil, República Dominicana, Jamaica y México, este último también fue exportador hacia Estados Unidos, con 16 casos detectados a lo largo de su frontera con California.

Si bien Colombia no hizo parte de esa operación, el país también es un exportador de basura. Y China fue en su momento uno de sus mercados más fuertes. Según se lee en “Economía y comercio exterior de China y Colombia”, un documento de 2005 del Ministerio de Comercio, para entonces los tres principales productos exportados a ese mercado por partida arancelaria eran ferroaleaciones, desperdicios y desechos de cobre y desperdicios y desechos de aluminio, con una participación del 76% en las exportaciones totales de Colombia hacia ese mercado.

Sobre eso ya no queda nada. Las restricciones chinas no terminaron en el plástico. El gigante asiático es, según la Interpol, el mayor mercado de importación de chatarra de cobre y aluminio. “Entre 2007 y 2013, China importó más del 30% de toda la chatarra de aluminio comercializada y más del 60% de toda la chatarra de cobre comercializada en el mundo”. En 2019 las autoridades prohibieron la importación de chatarra de cobre con un contenido de cobre inferior al 96%. En 2020 Colombia no importó basura a ese país.

Según detalla MinComercio, el país exportó residuos avaluados en poco más de 50 millones de dólares en 2020. Exportó desperdicios y desechos de aluminio por US$32,5 millones; desperdicios y desechos de ‘chatarra’ por US$16,9 millones; desechos, desperdicios y recortes de plástico por US$2,1 millones; y desperdicios y desechos de vidrio, por US$100.000. Los principales destinos de estas exportaciones fueron Brasil, Tailandia, Corea del Sur, Malasia, India y Arabia.

Es posible que la determinación de China obligue a los países occidentales a mejorar sus industrias de reciclaje”, le dijo a EL COLOMBIANO, Lina Luna, experta en Asia. En 2019, 187 países que forman parte del Convenio de Basilea (un acuerdo firmado en 1989 para “proteger el medio ambiente y la salud humana de los efectos nocivos provocados por la generación, manejo, movimientos transfronterizos y eliminación de desechos peligrosos”) determinaron aprobar una reforma que busca evitar que las naciones en desarrollo sigan recibiendo desechos plásticos sin control.

Lo cierto es que al parecer, lo hagan o no, Asia está ya muy poco dispuesta a seguirlo aceptando. Mientras las autoridades intentan controlar las rutas ilegales, la basura tendrá que ser destinada legalmente a otro lugar. O buscar otras formas de gestionarla, pues pese al gran flujo de dinero que mueve el reciclaje, según la ONU solo el 9% de los productos plásticos que el mundo produce al año logran ser reutilizados.

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