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Macri, capitán sin timón en la tormenta económica

El gobierno se enfrenta a una campaña a la reelección virtualmente perdida y a una crisis que, cada día, afecta el poder adquisitivo de los ciudadanos.

  • El presidente de Argentina, Mauricio Macri, durante su conferencia de prensa el pasado lunes, tras la derrota en las elecciones primarias del domingo ante su rival, Alberto Fernández. FOTO REUTERS
    El presidente de Argentina, Mauricio Macri, durante su conferencia de prensa el pasado lunes, tras la derrota en las elecciones primarias del domingo ante su rival, Alberto Fernández. FOTO REUTERS
Macri, capitán sin timón en la tormenta económica
15 de agosto de 2019
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Parecía dos personas distintas. El Mauricio Macri conciliador de ayer, que anunció medidas para aliviar los efectos del pánico financiero en Argentina –desatado por su derrota en las elecciones primarias del domingo– e invitó a dialogar a los otros candidatos, no tenía nada que ver con el presidente desencajado que, el pasado lunes, culpó de todo a su rival, el kirchnerista Alberto Fernández.

Lo primero que hizo en su conferencia oficial, de hecho, fue pedir perdón: “Quiero pedir disculpas por la conferencia del lunes. Dudé en hacerla, estaba muy afectado por el resultado del domingo, además sin dormir y triste”.

Después, contrario a su propia estrategia de gobierno, el mandatario anunció medidas sociales: el congelamiento del precio de la gasolina, aumento del salario mínimo en una cantidad sin especificar y varios bonos para empleados y desempleados.

Uno de sus objetivos era aliviar a los afectados por la caída de cerca de un 20 % del precio argentino frente al dólar tras la victoria de Fernández el domingo. El segundo propósito, el más importante, era calmar a unos mercados internacionales que, según el economista argentino Jorge Castro, presidente del Instituto de Planeamiento Estratégico, “consideran que Macri se ha vaciado de poder y que ya no tiene capacidad de decisión”.

Crisis económica

Para los argentinos, dijo el propio Macri ayer, estos meses han sido como trepar los 6.962 metros del monte Aconcagua. El presidente derechista, que llegó al poder en 2015 con la promesa de romper con la política de subsidios del kirchnerismo y reactivar la economía, está a punto de entregar un país sumido en su mayor crisis económica de la última década.

En junio de este año el desempleo llegó a su nivel más alto en 13 años, con cerca de 2 millones de desempleados, 10,1 % de la población, según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos de Argentina. La inflación, por su parte, superó en el primer semestre del año lo que el gobierno había presupuestado para todo 2019, alcanzando 22,4 % en julio pasado.

A esta situación, explica el internacionalista argentino Matías Franchini, profesor de la Universidad del Rosario, se suma una política de austeridad que ha reversado muchos de los programas sociales del kirchnerismo y ha enemistado a Macri con la clase media.

“Cuando llegó a la presidencia Macri recibió una economía desajustada, con alto nivel de gasto público, mucha inflación y fuga de capitales. Tenía que hacer un ajuste, reducir los subsidios. Pero el costo político de ese ajuste es muy grande”, agrega Franchini.

La disputa política en Argentina, en su esencia, se resume en un cruce de reproches por herencias. El gobierno reclama al gobierno peronista de la expresidenta Cristina Fernández –actual fórmula presidencial de Alberto Fernández– que la crisis económica fue ocasionada por sus 8 años de gobierno; por su parte, la oposición, insiste en que en las cifras Macri aspira a ser reelegido pese a entregar un país peor que el que recibió, con una deuda de 57.000 millones de dólares con el Fondo Monetario Internacional –la mayor que cualquier país en la historia haya adquirido con este organismo–.

Los votos en las elecciones primarias favorecieron la postura kirchnerista. Fernández derrotó con un 47 % a Macri, quien alcanzó apenas un 32 %. Los mercados, sin embargo, estallaron en incertidumbre ante lo que parece una victoria inminente del peronismo, cuyas peleas con el sistema financiero siguen despertando suspicacias en la economía internacional.

Prácticamente derrotado, Macri eligió culpar a los votantes y a sus rivales; luego, arrepentido, anunció alivios económicos que, de acuerdo con César Ferrari, profesor del Departamento de Economía de la U. Javeriana, “son un gesto desesperado y populista para evitar perder las elecciones” en una Argentina que no está en condiciones de costearlos.

El poder del mercado

Por momentos, las declaraciones de Macri ayer no parecían las de un aspirante a la reelección, sino las de un presidente en retiro. En la tarde, anunció en Twitter que había llamado a Alberto Fernández, con el fin de llevar tranquilidad a los mercados internacionales ante “una eventual alternancia en el poder”.

Dicho de otro modo: contempló el escenario de su derrota con demasiada seguridad para alguien que en realidad aspira a ganar. Fernández, por su lado, aceptó al menos por ahora la mano de la paz e incluso dijo que las medidas de Macri para aliviar la crisis “no están mal”.

Para Franchini, el escenario por ahora es incierto. El analista considera probable que Fernández, quien tiene suficiente margen para ganar incluso en primera vuelta el 27 de octubre, mantenga el tono conciliador a menos que las encuestas comiencen a mostrar una recuperación de Macri.

Al margen del resultado, esta reconciliación exprés da cuenta del nivel de influencia de los mercados internacionales en la campaña argentina. Tres días de desplome económico bastaron para que los candidatos dejaran de amenazar a los electores con el caos y optaran por posar de la mano para tranquilizar a un mercado internacional que, sin embargo, responde a este gesto con la fría indiferencia de las cifras descendiendo

66
dólares es el valor de los dos bonos que el gobierno anunció para cada trabajador.
45 %
de los votos se requieren para ganar en primera vuelta según el sistema electoral.
Infográfico

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