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El otoño comienza a despedirse de Nueva York con vientos helados. El brillo de Time Square mantiene su intensidad y sus calles el particular acento internacional, con idiomas de todo el mundo salpicando las esquinas. En la semana crucial para la política estaounidense, Nueva York sigue siendo la de Frank Sinatra, no la de Hillary Clinton o Donald Trump, aspirantes a convertirse en el presidente número 45 en la historia del país.
El frenesí en los denominados estados indecisos, como Florida, Pensilvania, Ohio y Carolina del Norte, en donde los análisis sugieren que se resolverá la contienda, contrasta con el desinterés de la gente en la calle. Al frente de la Torre Trump, ese rascacielos de 58 pisos en la Quinta Avenida de Manhattan, en donde nació la campaña republicana hace 17 meses, se encontraba ayer Carolina, de la Televisión Nacional Polaca, dando explicaciones en tono agitado vía telefónica. Cuelga su llamada y le cuenta a EL COLOMBIANO cómo ha sido su experiencia durante cinco días en Nueva York: “En Polonia, a través de la televisión, veíamos la prensa internacional, los mítines, la atmósfera, los reporteros persiguiendo a los candidatos, pero aquí no puedes encontrar ambiente electoral”.
Después de las siete de la noche de hoy comenzará el frenético conteo de votos para conocer al sucesor de Barack Obama. La experiencia de la última década sugiere que el ganador se conocerá después de unas tres horas. Ese momento de tensión será esperado por la campaña republicana desde el salón de bailes del Hotel Hilton, en donde solo caben unas tres mil personas. Será un evento casi íntimo, con un estilo diametralmente opuesto a las presentaciones públicas de los últimos meses, que contaron con miles de seguidores y medios de comunicación.
Hillary Clinton, por su parte, estará en el Centro de Convenciones Jacob K. Javits, inaugurado en 1986 al lado del Río Hudson por el túnel Lincoln, que conecta con New Jersey. Esta edificación albergará un evento multitudinario, como hiciera Obama durante las últimas dos noches de elección (2008 y 2012) en Chicago.
Nueva York, indiferente
Es curioso que tanto Trump como Clinton, que construyeron parte de su emporio en Nueva York, sean considerados aquí celebridades pero no héroes. El primero es neoyorquino por herencia, desde que su abuelo, Frederick, decidiera emigrar desde Alemania; y después su padre, Fred, comenzará un negocio de bienes raíces que Donald potenció para convertirse en millonario, sumándole un fuerte componente de fama en televisión.
Clinton, quien nació en Chicago, decidió convertirse en senadora por el estado de Nueva York, después de su controversial periplo como primera dama del país, cuando su esposo, Bill Clinton, fue presidente entre 1993 y 2001.
“A mí no me gustan ni Hillary ni Trump”, dice Jorge Nieto, colombiano oriundo de Pereira que vive en este país hace 20 años. Maneja taxi y no se siente representado por completo por ninguno de los dos candidatos. Sin embargo, si tuviera que elegir uno, se inclinaría por Trump, porque “ese man le dice a usted las cosas de frente. En cambio Hillary... Usted sabe cómo son los políticos. Tienen sus sentimientos escondidos y no los dicen”.
Las opiniones son variadas en esta capital de la diversidad. Niaz Ahmad, de Pakistán, votó por Clinton en el voto anticipado porque “Trump está en contra de todo”. Mkanjan Camara, de Guinea, dice que no le gusta Clinton, a pesar de haber sido senadora de este estado, porque “ella es casi republicana”. De hecho, si hubiera podido, le habría dado su voto a Jim Webb, un antiguo senador neoyorquino que no tuvo músculo político para competir en esta elección.
Sin embargo, este pequeño retrato se queda corto al lado de la sólida tradición demócrata en el estado de Nueva York, en donde un candidato republicano no gana desde 1984. Ese año, Ronald Reagan logró una de las victorias más avasallantes en la historia del país, ganando en 49 de los 50 estados al entonces vicepresidente Walter Mondale. Trump, a pesar de traer a colación en sus discursos el legado de Reagan, está muy lejos de despertar las pasiones del líder, a quien los conservadores le atribuyen el liderato de la victoria en la Guerra Fría. Según el modelo de previsión Real Clear Politics, Clinton tiene una ventaja superior a los 10 puntos porcentuales en todas las encuestas realizadas en el estado de Nueva York.
Tensión está entre indecisos
Quizá por la claridad del resultado, en esta parte del país se observa la gran disonancia: mientras los estados indecisos están muy agitados con el clima electoral, Nueva York espera a los candidatos sin demasiada emoción.
De hecho, Clinton cerró anoche su campaña con un multitudinario evento en Filadelfia, la ciudad más importante en Pensilvania. Según las encuestas, los 20 delegados electorales que aporta este estado para el colegio electoral son obligatorios para Trump, si aspira a ganar la Casa Blanca. Juan Cortés, activista en la organización de acción política, Casa de Maryland, participa de jornadas de concientización para estimular en ese estado a los latinos para que voten por Clinton.
“Pues por ahora se ve que en Pensilvania hay mucha gente que apoya a Trump, pero hemos hecho todo lo posible para que entiendan el daño que esto puede hacerles a sus comunidades”, dice.
Así las cosas, el sol sale hoy en Nueva York con encuestas que reflejan el sentir de buena parte de lo que siente la gente en EE.UU. Clinton, según el modelo de prevision FiveThirtyEight, tiene 68.5 % de posibilidades de ganar sobre Trump (31.5%). Sin embargo, el factor diferenciador podría ser la abstención, pues ocho de cada diez electores, según un sondeo reciente en The New York Times, asegura que no está muy entusiasmado con ninguno.
Por eso, Estados Unidos intenta confiar en un candidato: Hillary Clinton o Donald Trump.