El símbolo nazi. En un tren público. En la ciudad de Nueva York. En pleno 2017. Parece un absurdo en la metrópoli con más judíos de Estados Unidos y 75 años después del holocausto.
-Supongo que es la América de Trump -dijo uno de los pasajeros.
-No señor, no lo es -pensó Gregory Locke-. Ni lo es esta noche ni lo será nunca. No mientras los ciudadanos obstinados de Nueva York tengamos algo qué decir al respecto.
Gregory Locke había visto varias cruces esvásticas pintadas en algún rincón de la ciudad, pero nunca un vagón completo rayado con el símbolo del régimen de Adolf Hitler, que asesinó a 11 millones de personas entre judíos, gitanos, polacos y homosexuales en un pavoroso intento por “limpiar” a Europa de todo el que no fuera blanco y cristiano.
La esvástica, que se convirtió para el mundo en el símbolo del odio racial y la xenofobia, estaba en cada ventana y en cada aviso publicitario de un vagón del metro de Nueva York un sábado de febrero en horas de la noche.
Y como si fuera poco, el vándalo que rayó el tren acompañó la cruz con mensajes como “los judíos pertenecen al horno”, “destruyan a Israel. Viva Hitler” y “finalmente tenemos un hombre de verdad en la Casa Blanca. Un hombre blanco”.
“El tren estaba en completo silencio mientras los pasajeros se miraban unos con otros, incómodos y sin saber qué hacer”, relató Gregory Locke en una publicación de Facebook que ya tiene 515 mil reacciones y ha sido compartida más de 350 mil veces.
Pero entonces, en vez de quedarse sentados pretendiendo ignorar lo que a todas luces no debería pasar en este siglo y en este lado del globo, los pasajeros limpiaron los mensajes que habían sido escritos con marcador negro y permanente.
-El desinfectante de manos quita el Sharpie. Necesitamos alcohol -dijo uno de los neoyorkinos y se puso manos a la obra.
“Nunca había visto a tantas personas buscando simultáneamente en sus bolsos trapos y desinfectantes. En dos minutos, el símbolo nazi había desaparecido”, contó Locke.
Y es que más que limpiar un dibujo mal hecho en una ventana, los neoyorkinos del tren demostraron que juntos -y “armados” con un desinfectante- pueden combatir a los que odian a otros por ser diferentes.