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Si algo ha dejado claro la campaña presidencial de Estados Unidos es que cuando las fichas políticas se agotan y la carrera por la Casa Blanca llega a su término, lo personal, por más vergonzoso y comprometedor que sea, sale a la luz y juega en contra del adversario.
Anoche, durante el segundo encuentro cara a cara entre la candidata demócrata, Hillary Clinton, y el republicano, Donald Trump, la estrategia de apelar a lo íntimo para debilitar al otro se hizo más evidente.
Mientras el magnate apareció antes del debate en la Universidad de Washington con cuatro mujeres que responsabilizaron al expresidente Bill Clinton de acoso sexual, fue inevitable que en el encuentro televisado no figurara el tema de un video en que Trump afirma que quiso (pero no pudo) acostarse con una mujer casada y presume, con lenguaje muy vulgar y sexista, de su capacidad de seducir a mujeres por ser un millonario.
Aunque el polémico magnate buscaba generar la sensación de que el esposo de su contrincante tampoco sabe de trato a las mujeres, el cúmulo de escándalos en su contra lo dejaron aún más débil en la oportunidad que los expertos llamaron “la última para demostrar que puede gobernar Estados Unidos”.
Y es que en el debate Hillary Clinton aprovechó la ocasión para sacar a la luz los comentarios desatinados de Trump contra los padres de Humayun Khan, capitán del ejército de Estados Unidos de origen musulmán, y las veces en que negó el origen norteamericano de Barack Obama.
Recordarle estos episodios a la audiencia fue definitivo, teniendo en cuenta que, según Cristian Rojas, politólogo de la Universidad de La Sabana, “los escándalos de Trump sí tienen efecto en la intención de voto. No tanto porque refuercen su imagen de misógino y puedan ahuyentar el voto femenino, sino porque han sido el motivo o la excusa para que el establishment republicano le dé la espalda”.
Rojas hace referencia al hecho de que desde las distintas corrientes que se aglutinan en el partido, se han levantado voces en contra de Trump pidiendo incluso su renuncia y una nueva nominación. “Trump perdió el apoyo de los líderes republicanos, y nadie va a salir a dar la cara por él”, afirmó el experto.
Ahora bien, la conducta del millonario durante el debate parece no haber dado el giro necesario que analistas y votantes pidieron en el primer encuentro con Clinton en Nueva York.
Trump no solo patinó en respuestas a preguntas cruciales, como la situación de los musulmanes y los latinos, sino que en su tono predominó la ofensa y en las pocas ocasiones en que se refirió a propuestas, como “yo rebajaré los impuestos” o “tengo planes para mejorar la salud”, no aclaró el cómo.
“Trump llegó muy debilitado, dejó una impresión muy negativa sobre él. Le fue difícil defenderse de sus polémicas contra mujeres, mientras Hillary continuó mostrando que tiene mucha experiencia, que conoce el mundo, que conoce de política, que puede defender los intereses de Estado y que tiene visión pragmática”, aseveró Emilio Viano, internacionalista en la American University.
Entretanto, como lo intuyó antes del debate Sebastián Bitar, internacionalista de la Universidad de Los Andes, el republicano intentó mostrar a su adversaria como responsable de los problemas de seguridad de hoy, como la amenaza de Estado Islámico o la fragilidad del acuerdo nuclear con Irán, por su papel como exsecretaria de Estado.
Sin embargo, Bitar acertó en que el empresario dejaría en evidencia que no tiene ninguna experiencia en política exterior y que en cambio su simpatía con el presidente ruso, Vladimir Putin, es riesgosa.
Aunque en el debate Trump apeló al tratado con Irán como causante de un déficit para Estados Unidos y culpó a Clinton de propiciar intervenciones de Estados Unidos en Oriente Medio que despertaron una oleada de reacciones de terroristas que amenazan al país, insistió en la relación entre inseguridad y diversidad religiosa y no supo cómo argumentar sus vínculos con Moscú.
Con lo anterior, concluye Rojas, Trump ratificó que con su cercanía a Rusia solo intenta desafiar una política exterior multilateral, como la de Obama y Europa, y que en cambio Clinton, con su experiencia, conoce cómo funciona Estados Unidos adentro y afuera. Para él, para Viano y para Bitar, una Clinton centrada se llevó la victoria de nuevo.