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Si algo ha dejado claro la campaña presidencial de Estados Unidos es que cuando las fichas políticas se agotan y la carrera por la Casa Blanca llega a su término, lo personal, por más vergonzoso y comprometedor que sea, sale a la luz y juega en contra del adversario.
Anoche, durante el segundo encuentro cara a cara entre la candidata demócrata, Hillary Clinton, y el republicano, Donald Trump, la estrategia de apelar a lo íntimo para debilitar al otro se hizo más evidente.
Mientras el magnate apareció antes del debate en la Universidad de Washington con cuatro mujeres que responsabilizaron al expresidente Bill Clinton de acoso sexual, fue inevitable que en el encuentro televisado no figurara el tema de un video en que Trump afirma que quiso (pero...
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