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Cuando la guerra obliga a la huida, el lugar que se habita no es la única pérdida. Las cerca de 1 millón y medio de personas que, desde 2015, han llegado a Alemania provenientes de Países como Siria y Afganistán también han perdido, como explica la pedagoga alemana y experta en trabajo con migrantes Kristine Tauch, la capacidad de contar su propia historia.
La consecuencia de ese silencio de los refugiados, incluso en una Alemania que aún le teme al legado xenófobo del nacismo, ha sido el rechazo y la estigmatización. En 2017, por primera vez desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, un partido de extrema derecha volvió al parlamento alemán. Alternativa por Alemania (AfD), un movimiento político creado en 2013, obtuvo 12,6 % de los votos. Uno de sus líderes, Alexander Gualand, envió un mensaje a los migrantes en su país: “Que se vayan preparando”.
Muchos de los refugiados, que habitan allí sin hablar alemán, no entendieron siquiera la amenaza. La gran carencia, explica Tauch, es comunicativa. Ese descubrimiento la motivó a trabajar en la construcción de un libro en el que, con el acompañamiento de personas locales, los refugiados pudieran narrar la ruta que los llevó hasta allí, los sabores, sonidos y personas que debieron abandonar en el camino.
El título –¿Por qué estamos aquí? Historias de viaje de nuestro mundo– es una invitación a entender el fenómeno de la migración desde esos fragmentos de vida. Tauch, quien trabaja con apoyo de la ONG promotora de paz Master Peace, habló con EL COLOMBIANO sobre el proceso de creación de esa publicación.
¿En qué consiste su
proyecto de integración
de refugiados?
“En primer lugar no hacemos integración, vivimos juntos. Trato de no usar la palabra integración. Lo importantes es que para vivir en paz con otro que es distinto a ti, primero debes escuchar la forma en que se cuenta a sí mismo. No puedes solo decirle: ‘En Alemania tenemos esto, así funciona el sistema, ahora intégrate’. Las personas que llegan a Alemania están perdidas, sin siquiera la oportunidad de contar lo que les pasó. Por eso, invitamos a 20 refugiados y 10 personas locales. Durante dos días hablamos en general sobre la estructura de una narración, cómo contar, etcétera. Luego, armamos equipos de un local y dos refugiados. En mi caso trabajé con tres, dos de Siria y uno de Afganistán. Fue un proceso de varias sesiones en la que ellos contaban y, juntos, íbamos convirtiendo ese relato en un texto en alemán. En total fueron 19 historias de refugiados que llegaron desde 2015”.
¿Hubo alguno que no quisiera que su vida fuera publicada en un libro?
“Con uno de ellos, proveniente de Siria, el trabajo fue lograr que me contara una historia, cualquiera. Lo que le sucedió había anulado su capacidad de contar. Nos encontramos varias veces, sin mucho éxito hasta que construyó un relato totalmente inventado que, poco a poco, fue modificando hasta convertirlo en el suyo, aunque prefirió usar un seudónimo”.
¿Y cuál es su propia historia, la que la llevó a trabajar en esto?
“Antes trabajé en un centro de atención de refugiados en el que había cerca de 80 niños, el 90 % varones, entre los 15 y los 17 años. No era fácil, todos tenían distintos orígenes: africanos, árabes, persas, viviendo juntos en plena adolescencia. De esa experiencia recogí muchas historias, gran parte de mi trabajo era acerca de escucharlos narrarse. Entonces supe qué era lo que quería hacer. Mi hijo está en la misma edad que ellos e imaginaba, en caso de que tuviera que irse lejos porque una guerra lo expulsara de Alemania, qué clase de gente me gustaría que encontrara en su camino. He tratado de ser como ellos”.
¿Puede compartir un relato que la haya cambiado?
“Está el caso de un refugiado de 24 años que, en realidad, es una narración de amor. Cuenta de forma detallada cómo, en el proceso de dejar Siria, debió romper con su novia. Así inicia. Luego cuenta su travesía por los Balcanes para llegar a Frankfort. La última oración del texto dice: ‘A pesar de que esta no es una historia con cosas buenas, estoy feliz de contarla, porque creo que el ser humano no puede ser libre si no es capaz de contar historias’. Porque estas no son solo historias de refugiados, son miradas universales de vidas humanas, compuestas (como las de todos) por principios y finales. Con motivos comunes como estar en casa y, de pronto, no poder permanecer, emprender un viaje, amar, tener amigos y familia, todo eso está dentro de este libro. Cuando sabes eso, puedes olvidar las diferencias culturales, religiosas, nacionales y comenzar a ver las semejanzas”
Periodista de la Universidad de Antioquia. Creo que es bello dedicarse a leer el mundo, a buscar los trazos que dan forma a esa figura punteada. Creo en los párrafos borrados, en las conversaciones obsesivas, en las palabras que buscamos y, a veces, encontramos.