Un Congreso de mayoría republicana se inauguró ayer en el Capitolio de Estados Unidos con tres propósitos en la mira: dar cabida a la agenda del presidente electo, Donald Trump, derogar el “Obamacare” y reducir los impuestos, como lo prometió el magnate en campaña.
Y es que la resistencia de los demócratas parece insuficiente a la hora de impedir que los objetivos de los republicanos se impongan y que las reformas de Barack Obama sobrevivan al cambio de administración.
Si bien los líderes demócratas ya dijeron que emprenderán una “feroz batalla” y Obama se reunirá con ellos hoy para encontrar estrategias que le permitan defender su programa insignia, el de salud, Arlene Tickner, experta en política de Estados Unidos en la Universidad de Los Andes, dice que este Congreso es distinto al anterior: “como ya tienen a alguien ocupando la Casa Blanca, los republicanos ya no estarán solo para oponerse a un presidente, sino que tendrán que legislar”.
Con esa fuerza, el partido tendrá que presentar su fórmula para reducir impuestos y una alternativa al “Obamacare”, con la ventaja de que tienen la fuerza para sacar adelante los proyectos.
No obstante, Emilio Viano, politólogo de la American University, prevé que en el Congreso no habrá giros radicales, sino esfuerzos por mostrar que hay cambios. “Todos saben que tumbar todo el programa de salud, sin un reemplazo adecuado, solo por un capricho político, será un error. Significa llevar abajo el primer plan de salud universal de Estados Unidos”, advierte.
Las intenciones de los republicanos se complican teniendo en cuenta que hasta ahora no han sabido explicar cómo le van a garantizar seguridad médica a los 13,8 millones de personas inscritas en el “Obamacare” que podrían perder su cobertura.
En busca de la armonía
Lograr consensos o victorias para cualquiera de los partidos será posible si el nuevo Congreso trabaja en armonía con Trump. No obstante, advierte Sebastián Bitar, internacionalista de la Universidad de Los Andes, si la relación del mandatario con demócratas y republicanos es más tensa de lo que se espera, habrá negociaciones difíciles, peleas entre los líderes y una agenda legislativa sin éxito.
Aunque este segundo escenario es el más desagradable, es el más factible. Según un informe del Centro Pew para la Investigación, una gran mayoría de los estadounidenses (76 %) quiere que el nuevo presidente trabaje estrechamente con los miembros del partido opositor en el Congreso, mientras que apenas el 22 % dice que quiere que el nuevo presidente promueva sus propios programas y no se preocupe por trabajar con el partido contrario (ver infografía).
Sin embargo, el mismo informe revela que la mayoría de los republicanos (61 %) piensan que es poco probable que los demócratas en Washington trabajen con Trump en asuntos importantes como la reforma migratoria, el sistema de salud o los tratados de libre comercio, y la misma percepción tiene el 44 % de los demócratas.
De hecho, a los encontrones entre el Ejecutivo y los partidos ya se suman las divisiones internas de las coaliciones. La decisión de los republicanos de la Cámara de Representantes de aniquilar una comisión independiente que vigila la ética en el Congreso segmentó.
Paul Ryan, presidente de la Cámara, y los pesos pesados de los republicanos se pronunciaron en contra de la decisión, que incluso se echó para atrás cuando el mismo Trump envió un mensaje por Twitter criticándola y destacando la prioridad de ese grupo.
Aunque existen otros poderes en Estados Unidos que controlan la transparencia de los legisladores, Shruti Shah, vicepresidenta de la organización Transparencia Internacional en EE. UU., alcanzó a alarmarse y dijo que sería un desastre para el 2017 y que incluso intuía que los niveles de corrupción podrían subir.
Para Shah, con Trump en el poder, será cada vez más difícil investigar las afiliaciones y negocios de los miembros de la Casa Blanca, y que por eso será aún más urgente que haya un ente independiente que detecte los hilos “malversos” en el poder.
Lo cierto es que el episodio de ayer, cuando el presidente electo logró mover una decisión de la Cámara con solo un tweet, deja ver desde ya la influencia que podría ejercer sobre el Congreso.
95 %
de los republicanos consultados por Pew creen que trabajarán con Trump.
174
mil dólares anuales es el promedio salarial de un congresista en EE. UU.