En 2009, las escuelas de Pakistán recibieron la orden de restringir la educación a las niñas y mujeres. En ese entonces, Malala Yousafzai estaba cursando séptimo grado.
En un blog que abrió para ella la BBC y bajo el pseudónimo de Gul Makai, comenzó a relatar lo que veía en aquellos días; cómo no podía usar uniforme o ropa colorida, o cómo las mandaron a vacaciones de invierno, pero sin decirles cuándo regresarían. Siete años después y luego de recibir un disparo, Malala ganaría el Premio Nobel de la paz.
Pero ella no es la única voz reportando lo que sucede en un país a través de las redes sociales. Bana Alabed y Lissa Both también utilizan Facebook, Twitter y un blog para relatar lo que significa vivir en medio del conflicto. Estas son sus historias.
Bana desde Aleppo, Siria
En un video publicado en Twitter, una niña de siete años, vestida de rosa y con una trenza que le llega a la cintura, señala una montaña de restos de cemento. En la descripción del tuit dice: “Este era nuestro jardín, pero fue bombardeado. Yo solía jugar allí, ahora no tengo donde jugar”. Ella es Bana.
Hoy se cumplen cuatro semanas desde que Bana Alabed (@AlabedBana) abrió su cuenta en Twitter, que ahora cuenta con más de 71 mil seguidores. Bana, junto con su madre, van relatando lo que sucede cada día en Aleppo, una de las ciudades sirias donde la guerra civil, que se libra hace más de cinco años, es más intensa.
Pero en esta cuenta no se ven los soldados ni los muertos, solo una niña que dejó de ir al colegio y se pasa las noches asustada porque la próxima bomba va a caer sobre ella y su hermanito.
Mensajes tan contundentes y simples como: “No estamos armados, ¿por qué nos matan?” o “Buenos días querido mundo, después de una noche de bombardeos estamos bien”, han impactado a miles de usuarios de esta red.
Cuando le preguntaron al Presidente de Siria qué pensaba de los tuits de Bana, él respondió que era “un juego de propaganda, de los medios. Los terroristas usan a los civiles como escudos humanos, pero tenemos que hacer nuestro trabajo para liberarlos”. Y Bana, a través de su cuenta, le contestó: “No somos terroristas, solo queremos vivir. No más bombardeos”.
Lissa, desde Etiopía
Lissa Both nació en Holanda y estudió en Inglaterra, pero desde siempre su sueño fue conocer África. Con su educación como profesora, consiguió un puesto como voluntaria para entrenar educadores en un pequeño pueblo llamado Gilgel Beles. Desde allí empezó a compartir su experiencia a través de su blog: www.lissainethiopia.wordpress.com.
En principio su blog hablaba de las cosas que iba viviendo, como sus intentos por aprender a cocinar la comida local o tener que acostumbrarse a que las personas se quedaran mirándola fijamente en las calles por ser una ‘faranji’, es decir, una mujer blanca desconocida.
A pesar de que sus relatos son en su mayoría pacíficos y sobre buenas experiencias, dejando de lado los usuales cortes de luz y la mala calidad del Internet, en los últimos meses la situación se ha complicado; se han desatado protestas por parte de los dos grupos étnicos más grandes del país: los oromo y los amhara (60 % del país), que reclaman que el poder y las fuerzas de seguridad están en manos de una pequeña élite. Las manifestaciones han sido reprimidas por el gobierno, declarando el estado de emergencia, y la organización Human Rights Watch denunció que al menos 500 personas han muerto desde noviembre.
En su última entrada lo cuenta de esta manera: “Así que aquí estoy. No en Gilgel Beles, sino en Addis Abeba. ¿Y por cuánto tiempo? No sé. Hasta el momento llevo un mes, y me siento frustrada. ¿Qué está sucediendo en Etiopía? Por seguridad, es mejor no publicar en línea nada relacionada con la situación. Pero estoy bien”.