Me llama la atención que hoy en día muchos niños suelen ser más engreídos, exigentes y dominantes que nunca. Creo que una de las razones para esto es que les damos tantos premios, reconocimientos y alabanzas que lo que estamos logrando es convencerlos de que ellos son “el ombligo del mundo”. Y así lo que hemos conseguido no es que ellos tengan una mejor autoestima sino que crean que se merecen todo lo que quieren y que nosotros tenemos la obligación de dárselo.
Aunque en el pasado no todo fue perfecto, los hijos tuvimos más exigencias y más límites que ayudaron a que fuéramos, por lo general, más sumisos y colaboradores. Antes lo mejor era para los padres y ellos eran los que mandaban mientras que nosotros éramos los que obedecíamos debido a que teníamos muy claro que los adultos eran quienes tenían la última palabra.
Todo esto, aunque poco nos gustaba, contribuyó a que en la infancia fuéramos, por lo general, no solo más colaboradores y sumisos sino más humildes, una cualidad en vía de extinción en un mundo en que lo que más se valora es tener poder y fama a como dé lugar.
A mi juicio lo que les sobra a los niños hoy son privilegios y derechos mientras que lo que les falta es obediencia y humildad. Los humildes suelen tener la fortuna de gozar con más frecuencia de algo que todos buscamos: paz y tranquilidad. Con razón se ha dicho que “la prepotencia es la fachada de la estupidez y la humildad es el cimiento de la sabiduría”. No hay duda que las personas humildes no son tontas, como suele creerse, sino que tienen un alma grande y un ego pequeño.
Está visto que no es la cantidad de dinero, privilegios u honores que tengamos sino los dones y contribuciones que hagamos las que nos aseguran una existencia plena y feliz. De tal manera que si queremos que los hijos lo sean, lo fundamental es que se sientan útiles, capaces y satisfechos con su vida. Y para eso lo que se necesita es que nos dediquemos a cultivarles las virtudes que les permitan enriquecer profundamente su vida porque se ocupan de hacer lo posible por servir y contribuir en lugar de pre-ocuparse ante todo por sobresalir.