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La industria arrocera necesita vender, antes de que llegue la nueva cosecha en agosto próximo, unas 700 mil toneladas de este cereal que tiene en bodegas, mientras por falta de ingresos para comprar alimentos 1,6 millones de hogares pasaron de comer tres a solo dos veces al día en Colombia, entre julio de 2019 y julio de 2020, según el Dane. Pero, ¿es el menor consumo de arroz en las mesas colombianas la razón de estos inventarios? Las causas son diversas.
De un lado, Rafael Hernández Lozano, gerente general de Fedearroz, señala que sí hay un problema de consumo que se puede explicar por el aumento del desempleo y la vulnerabilidad de las familias.
“El problema es de ingreso de los colombianos. Hay mucha gente desempleada. Si uno mira los datos del Dane, de las familias que hacían las tres comidas al día antes de la pandemia, hoy hacen dos, o de pronto hasta una, se ve que eso ha afectado mucho el consumo de arroz. Hay disminución en los ingresos y simplemente mercan menos que antes”, dice el directivo.
Aunque el gremio aun está estimando los datos de consumo de arroz en 2020, con base en los reportes del Dane, calcula una disminución per cápita de dos kilos. En 2019, el estimativo era que, en promedio, cada persona comía 42,9 kilos de arroz al año.
En contraste, Giovanni Montoya, profesor y analista de mercados del Grupo Ágora, asegura que, aunque es cierto que hay personas con menos capacidad de alimentarse bien, la explicación es más compleja.
“No es tan simple como mirar la producción versus el consumo. La distribución de arroz en Colombia está concentrada en muy pocas manos. Lo que podría pensarse es que hubo un acaparamiento de arroz para buscar incrementos de precios, y el costo de bodegaje puede dejar a productores y comercializadores sin margen, por lo que están ofertando todo lo que tenían almacenado”, puntualiza.
Asimismo, considera que es muy difícil que en el mercado local disminuya el consumo de este alimento, aunque haya más hogares pobres. “La evidencia técnica indica que cuando en el país han aumentado los niveles de pobreza tienden a incrementar las demandas de productos como el arroz, las lentejas, los huevos; de hecho, hay un seguimiento técnico a la demanda de esos productos, porque son indicativos de la pobreza”.
Al respecto, una jefa de hogar en Medellín, que hace parte del grupo de familias que no pueden consumir todas las comidas del día por falta de ingresos, expresa que es muy difícil sacrificar el arroz “porque es lo que más rinde”. “De todas maneras, hay jornadas en las que ni el arrocito del día se puede comprar”, expresa.
Sobreproducción
Otra situación que explica el exceso de arroz en Colombia es la cantidad de áreas sembradas. Desde la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC) advierten que se está sembrado más de lo que en verdad está en capacidad de consumir el mercado, y que, de acuerdo con el Plan de Ordenamiento de Producción, no debería superar las 520 mil hectáreas.
“Este año, y después de lo que fue 2020 en materia de recuperación de rentabilidad de los productores, lo que se vino fue un incremento de las áreas sembradas, más allá de lo que razonablemente debía tener el país. Desafortunadamente, además del grueso bloque de productores, pareciera que hay gente que ve que el precio del arroz ha estado bueno y siembran sin el conocimiento técnico, las productividades, el paquete de asistencia técnica de Fedearroz, etc., y eso deriva en que se produce mucho más de lo que el país necesita”, apunta Jorge Enrique Bedoya, presidente de la SAC.
El año pasado, las siembras de arroz sumaron casi 600 mil hectáreas, con un incremento de 10,5 % frente 2019, especifican las cifras del Dane.
Cuando se advirtió el problema de la sobreoferta, el viceministro de Asuntos Agropecuarios, Juan Gonzalo Botero, invitó a los arroceros a “focalizar la producción en los terrenos de mayor aptitud arrocera, con la infraestructura requerida y con las mejores prácticas para reducir costos”.
Pero los pequeños productores advierten que en algunas zonas es muy difícil bajar las áreas de siembra porque es lo que permite la soberanía alimentaria de las familias dedicadas a esta actividad.
En la cadena de la industria, esos pequeños productores son los más afectados con los inventarios, debido a que cuando llevan el arroz para la comercialización están recibiendo precios que les generan pérdidas o unos márgenes muy bajos de ganancias.
“Los precios del arroz, cuando se deprimen, indiscutiblemente dan al traste con las utilidades del productor arrocero de esta región y del país. Esta es una de las zonas más golpeadas porque la industria molinera paga un precio entre comillas justo, pero si la tonelada de arroz la puede pagar a $950.000 o $1.000.000, se castiga con una tabla de calidades que se manejan en los molinos y que baja el precio”, lamenta Israel Callejas Álvarez, director de Fedearroz en la sección del Bajo Cauca antioqueño.
De acuerdo con el arrocero, el costo de producción por hectárea en esta zona es de $3 millones, lo que permite sacar cuatro toneladas de arroz. Si por cada tonelada el productor recibe $900.000, la ganancia es apenas de $600.000 por hectárea. “Nuestros productores se ven apurados para llegar a un punto de equilibrio y tener unos costos de producción acordes con los gastos”, dice Callejas Álvarez.
En esta subregión hay cerca de 1.800 pequeños productores de arroz. Sus cultivos representan una porción pequeña del mercado nacional (diez mil hectáreas), que está más concentrado en departamentos como Casanare y Tolima, pero que abastece los municipios del Bajo Cauca y parte de Córdoba.
Las importaciones
Los agricultores también le endilgan el problema de los inventarios a los tratados comerciales con Estados Unidos y la Comunidad Andina de Naciones (CAN), especialmente porque este último permite el ingreso de arroz de Ecuador con un arancel cero.
“Los acuerdos que se tienen nos perjudican porque el arroz que pueda entrar de estos países llega muchas veces con un precio inferior al producto nuestro”, añade el dirigente del Bajo Cauca.
Sin embargo, Hernández Lozano desde Fedearroz asegura que, por lo menos en el último año, las importaciones no han sido el principal problema ni el detonante de los inventarios. “No ha habido la posibilidad de que llegue arroz de Ecuador, porque el precio está más alto en Colombia; por la tasa de cambio y porque no hay interés de los compradores”, apunta Hernández.
Respecto a las compras proyectadas con los comercializadores de EE.UU., asegura que en enero solo se demandaron 6.500 toneladas de 20 mil que se incluyeron en el cupo de la subasta que permite el acuerdo comercial porque tampoco hubo compradores.
Otros dolores de cabeza que esgrimen los pequeños productores de arroz son de logística para el tratamiento y almacenamiento del cereal, pues casi todos los molinos son privados.
“Hay que sumar a la cadena de problemas el mal estado de las vías secundarias y terciarias. Nuestro productor sufre mucho para sacar el arroz de su lote y llevarlo a las molineras”, expresa Callejas.
La precariedad de las condiciones para comercializar les hace pensar que se puedan modificar los tratados comerciales. En ese sentido, la Federación y la SAC realizaron una petición al Gobierno Nacional para que se revise las condiciones de importación de los países de la CAN. “Hasta ahora no tenemos respuesta positiva por parte del Gobierno ni de Ecuador”, anota el gerente de Fedearroz.
Por su parte, el presidente de la SAC considera que esa revisión debe hacerse porque es un acuerdo anacrónico. “Enviamos un documento y estamos a la espera de que resuelvan ese problema. Si existiera un comercio bilateral donde se respetan las estacionalidades de las cosechas, ganarían ambos países”, expresa.
El gremio extendió la petición para todo el sector agropecuario, teniendo en cuenta que la balanza comercial con los países de la CAN es deficitaria desde 2017; es decir, Colombia importa más de lo que exporta.
Las soluciones
La vía más expedita para solucionar el problema de los inventarios de arroz es un subsidio que los comercializadores están gestionando para que puedan vender arroz integral a la industria de concentrados, teniendo en cuenta que estas empresas tienen hoy problemas para abastecerse de maíz, por cuenta del paro nacional.
“La industria de concentrados ha estado demandando arroz integral, y como hay un diferencial de precios respecto al maíz, el Ministerio sacará una resolución en los próximos días para pagar $250.000 por tonelada a quien venda arroz integral, únicamente con destino pecuario”, dice Hernández Lozano.
La expectativa es que se puedan comercializar unas 250.000 toneladas de arroz y con ello atender el temor de los productores de llegar a la cosecha de agosto con las bodegas ocupadas, lo que haría que los comercializadores no puedan comprar la totalidad.
Asimismo, el presidente de la SAC anota que se deben seguir llevando a cabo acompañamientos para la tecnificación, de cara al avance del arancel cero, con EE.UU. De igual forma, otra salida es la adopción del programa de asistencia técnica de Fedearroz y la promoción de esquemas asociativos para que los productores vendan directamente a los consumidores o almacenen el producto.
“Hay unos asuntos de mercado que se están revisando, como mejores relaciones entre los productores y los procesadores. Lo importante es que haya rentabilidad, pero que el consumidor tenga un nivel de precios que le permita seguir consumiendo el arroz, teniendo en cuenta que en un país con tantas necesidades como el nuestro la gente se refugia en este tipo de productos”, expresa Bedoya.
Menor consumo, desorden en las siembras o especulación, lo cierto es que las medidas de choque ante la sobreoferta de arroz deben dar resultados en dos meses, sobre todo si se quiere proteger a los pequeños productores. Una pregunta que queda en el aire es si el arroz en exceso también podría subsidiarse para aliviar la situación de las familias con hambre.