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El solo déficit fiscal, calculado por diversas entidades financieras colombianas, será para este año de 90 billones de pesos.
Por Alberto Velásquez Martínez - opinion@elcolombiano.com.co
Se le fue el tiro por la culata al presidente Petro luego de terminar su larga y nueva versión de Alicia en el País de las Maravillas, narrada en la instalación de las nuevas sesiones ordinarias del Congreso. Una parlamentaria de Arauca, Lina Garrido, desbarató su narrativa acerca de los ríos de leche y miel que, según el mandatario, corren por el país. En mucho menos tiempo del utilizado por este en su tediosa perorata, la dirigente araucana enumeró las corrupciones escandalosas habidas en este gobierno y su desencanto por una gestión presidencial en la que ella creía. Mientras Petro gastó 150 minutos para delirar y hablar desde una nube, la congresista de Arauca, con los pies sobre la tierra, en 10 minutos pulverizó las exageraciones y embustes presidenciales. Fue evidente en la intervención del Jefe del Estado que una cosa es su país utópico y otro muy diferente el país real acosado por múltiples problemas que no ha sido capaz de enfrentar, y mucho menos solucionar. Hoy lo que rige a Colombia no es un mandatario que honra al país sino alguien al que, como decía Eduardo Santos en algún momento, “le quedó grande la grandeza”.
En su larga intervención Petro lanzó pullas y acomodó cifras. Se le olvidó que su herencia, esencialmente en lo económico, será muy amarga. Quien lo suceda –si es que permite elecciones libres– tendrá que desactivar cuatro bombas, como señala el expresidente Iván Duque: la bomba fiscal, la bomba de la seguridad, la bomba de la salud y la bomba energética. El solo déficit fiscal, calculado por diversas entidades financieras colombianas, será para este año de 90 billones de pesos. Y eso arrastrará que para el 2027 la relación deuda/Pib pueda llegar a un máximo histórico del 64%. Algo que sería el naufragio de la economía colombiana.
Se agrava ese panorama económico con la radicalización política cuya efervescencia se protocolizó en los discursos del 20 de julio. El país revivió en el recinto del Congreso y en la boca sarcástica de Gustavo Petro las rupturas sociales que en los años 40 del siglo XX encontraron altavoz en la garganta del izquierdista Jorge Eliécer Gaitán, y el acoso a los contrarios en los discursos altisonantes del ultraconservador Laureano Gómez. Si en aquellas épocas estos dos caudillos avivaron la violencia a través de consignas incendiarias, el ejemplo hoy lo retoma otro caudillo populista, Gustavo Petro, quien no deja pasar un día sin avivar la pugnacidad clasista. Ignoró en su discurso camorrista la sentencia del calificado economista europeo Daniel Waldenstrom, de que “los países se deben concentrar en cómo impulsar a los de abajo y no en desestabilizar a los de arriba”.
La situación de Colombia, así el domingo Gustavo Petro haya pintado otro país, es bastante preocupante, como lo corrobora uno de los analistas internacionales del calificado grupo Connectas, de Brasil ¿Va esta Nación camino a Venezuela? Ya lo advirtió el “pastor” Saade, nuevo confidente presidencial: “Gustavo Petro, Nicolás Maduro y Hugo Chávez comparten el mismo sueño”. ¡Sería un sueño convertido en pesadilla!