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Diego Londoño
@Elfanfatal
Si hay algo mejor que escuchar música, es hablar de música. Cuando llegan nuevas canciones, nuevos discos o artistas a la vida, es una sensación parecida a volver a empezar. Como de niño ir por primera vez al circo, al estadio o a una fiesta desconocida llena de neones y humo. Volver a empezar siempre es bueno. Y esa fue la sensación que tuve al escuchar la voz de Mateo Sujatovich y su proyecto solista llamado Conociendo Rusia.
Encontrar estas canciones envueltas en un disco llamado Cabildo y Juramento, fue como encontrar la vasija con monedas de oro detrás de un luminoso arcoíris. No fue encontrar a José Vélez con su Vino griego, ni a Natalie de los Hermanos Arriagada, fue solo entender que era una invitación a viajar, afuera, lejos, a miles de kilómetros, con una banda argentina que nos regala un boleto de avión directo a la Rusia del Café Pushkin.
La música que emerge de ese nombre de calles argentinas, Cabildo y Juramento, se convierte en nostalgia pasajera y felicidad juvenil, en letras bien escritas que dejan el disco de la memoria rayado por todo el día, en buenos coros, buenas guitarras y ambientes que nos sumergen en una calle solitaria, fría, en humo de cigarrillo y cualquier otra imagen cinematográfica de resaca de amor.
Esta nostalgia sonora, este sonido que al parecer es conocido pero no, quizá pueda ser la huella que dejaron artistas como Spinetta y Charly en la cicatriz continental, en generaciones presentes y ausentes que decidieron no ser pasado, sino el presente prometedor que se hace canción.
Nueve canciones que nos hablan de amor sin rodeos, de clichés rosa, besos fugaces, clandestinidades en baños de bares y ciudades, y miradas que duran lo que dura una canción. Si hablamos del sonido, podría ser un bolero psicodélico, una balada sensitiva, una banda de rock fashion punk, una elegante big band de jazz o la figura de un frontman tímido, bien vestido y amante a la nueva ola. Pero es simplemente un proyecto musical maduro, que se nutre de las músicas del mundo, del romance que canta cotidianidades que dejan tarareando todo el día a cualquiera.
Aún no sé qué impacto tenga este disco en Argentina, no sé cuántas canciones han llegado a un top en revistas o en radio, en realidad no importa. Lo que sí, es que uno logra identificar más de cuatro éxitos dentro de él y un proyecto que sabe, cómo el artesano, construir canciones.
Ahora, luego de este bello descubrimiento que me tiene atrapado hace dos semanas a esos treinta y seis minutos, queda esperar a verlos en vivo. Queda esperar a que esta sensación sí sea una realidad emocionante con las luces, el sonido, las miradas y los corazones atentos.