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diego londoño
@Elfanfatal
Bien lo dijo Fito Páez en una de sus piezas sonoras, “el mundo cabe en una canción”, en una sola canción. Qué bella metáfora para decir que la música nos incluye, nos recibe, nos abraza y no nos hace daño, o al menos es un territorio donde nos sentimos seguros. Y es que las canciones son tan poderosas que muchas veces se convierten en oxígeno, en agua, en alimento para el espíritu, en razón para pararse de la cama, en dedicatoria, en cicatrices sonoras, en lágrimas, amor eterno, y en vida, vida en sonidos.
¿Cómo poder describir las canciones? ¿Cómo decir que las canciones son los amores que se fueron, los amigos que a tu lado están, la familia que arrulla y brinda calma, los días grises, las tardes de paseo, las fotografías que están en tu corazón, la casa de tu infancia, el colegio, el primer libro, el primer disco, el balón de fútbol saliendo de la cancha, el primer beso, la vida...la vida? ¿Cómo describir la música? ¿Los músicos y sus vidas? Todo eso es una tarea compleja, pues cada uno es un universo, una posibilidad y sobre todo una oportunidad para vivir la vida de una manera diferente. Pero si algo es claro, es que los músicos, intérpretes, compositores, ejecutantes, son un puente inspiracional para estar más cerca de algo que no sabemos que es, algunos le dicen felicidad, otros amor, otros tranquilidad, yo simplemente prefiero llamarle vida.
Y es así, como en esta vida llena de música me toca Colombia, un país rico en expresiones musicales, en tendencias, en historias, ritmos, sonidos, instrumentos y voces que en toda la historia de este territorio, han narrado cualquier cantidad de anécdotas y han construido nuestra realidad como sociedad a través de un croquis sonoro, a través de esta Colombia privilegiada en sonidos.
Y es ahí donde aparecen las vidas, los corazones que laten, las voces que narran la memoria, los amores, las pérdidas, el conflicto, el día a día y todo el trasegar de vivir como colombianos. El folclor, el rock, el rap, la música parrandera, el metal, el vallenato, el reguetón, el punk, la salsa, la música tropical, la canción de autor, el tango, la cumbia, el pop, el funk, la nueva música colombiana, el jazz, el chucu chucu, el blues, el piano, el violín, las manos, la guitarra, la batería, el cuerpo, las perillas, el güiro, el timbal, la consola, el bolero, el micrófono, la música campesina, las palmas, el bajo, los ojos, la voz, las voces de unos, de todos, del país, del mundo de las canciones.
¿Qué queda al cerrar los ojos? Las canciones, esas que tienen dueño y que ahora pasan de oído a oído, de corazón a corazón para ser nuestras, para la memoria, para los sonidos ya olvidados, para el recuerdo nostálgico de otros momentos o para el rescate de sonidos nuevos que merecen perdurar.
En conclusión, la música se convierte en vida, en alimento, en compañía, en alivio y oxígeno necesario para vivir estos días de los que todos hablan y que por mucho tiempo vamos a recordar. Esta vida actual está más aferrada a la música que nunca, o por lo menos eso me pasa a mí ¿Pasa con ustedes?
Bienvenidos a esta nueva existencia donde la vida cabe en una canción.