Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6
Samuel Castro. Editor Ochoymedio.info. Twitter: @samuelescritor
¿Quién que haya visto con atención Red Joan de Trevor Nunn y haya entendido que parte importante de la poca gracia de la película está en mantener la duda en el espectador acerca de la participación de su protagonista en una traición al Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial, habrá decidido aniquilar esa ambigüedad poniéndole en español La espía roja? Si hay un criminal no es Joan Stanley, el personaje principal, sino la persona que escribió ese título.
Quien no se haya fijado en eso, se encontrará con la historia de una joven que durante los años cuarenta y por una casualidad, se convierte en parte de un grupo de simpatizantes del comunismo en la Universidad de Cambridge, donde estudia Ciencias. Aunque a esa realidad llegamos a través de los recuerdos de la misma Joan, 60 años después, siendo una anciana interrogada por las fuerzas policiales británicas, que quieren comprobar si esa viuda amigable fue una peligrosa espía.
A través del interrogatorio los recuerdos irán llegando, y Joan revivirá los días en que ingresó al programa de investigación que buscaba crear un arma tan poderosa, que su sola existencia acabara la guerra. Esta parte es interesante (aunque no demasiado si uno no es inglés) pues muestra las dudas de una generación que no terminaba de entender por qué si Rusia había sido un aliado para acabar con los nazis, de repente era digno de sospechas, y que veía en el equilibrio de poderes, a costa incluso de la seguridad nacional, la única forma de que no se repitieran en el futuro, atrocidades como las de Hiroshima o Nagasaki.
El problema es que toda la historia está contada con desgano, con unos personajes secundarios cuyas motivaciones no acabamos de entender (y por lo tanto, tampoco sus acciones), con una bipolaridad que no logra resolver el guión, pues nunca decide si esto es un drama romántico, donde el amor juegue un papel predominante, o si es una nueva historia de empoderamiento femenino capaz de revelar las injusticias del pasado y la forma en que una mujer consigue resolverlas. Y esta indecisión afecta el resultado de una historia que además está filmada con muy poca ambición pictórica: tal vez solo hay un plano en toda la película, con Joan y uno de sus amantes en una terraza, que hace pensar que La espía roja no es una producción televisiva hecha para algún canal de cable.
Los cinéfilos, a la manera de los pescadores, lanzamos la caña en cada película que vemos, esperando encontrar algo que pague la boleta: alguna escena memorable, algún parlamento incisivo. En el caso de La espía roja, la recompensa a nuestra paciencia es disfrutar de la actuación, llena de matices y de pequeños detalles, que consigue Sophie Cookson. No debió ser fácil para esta actriz, que conocimos en la franquicia de Kingsman, llenar los zapatos de Judi Dench. Pero lo consigue con creces. No alcanza la cinta entonces lograr que nos preocupemos por la muerte de una espía, pero al menos nos permite ver el nacimiento de una estrella.