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CRÍTICO Samuel castro
Editor Ochoymedio.info, miembro de la Online Film Critics Society
Hay gente que es incapaz de comenzar la lectura de una novela, si no ha leído primero el final. La he visto. Es como si necesitara saber con seguridad que esos personajes a los que les va a dedicar horas de su vida terminarán bien, para emprender el camino que implica la lectura. A lo mejor, si eso fuera posible en el cine, a una de las películas que le convendría sería a “Una ronda más”, de Thomas Vinterberg, pues su escena final es tan luminosa, tan llena de vitalidad y de energía, que nadie se negaría, después de verla, a conocer el momento de la vida de Martin que nos narra la historia.
Muchos de los que lean esto ya lo habrán sentido. Martin está en esa época de la vida (puede ser a los treinta, a los cuarenta o a los cincuenta) en que, al hacer un balance, tenemos que aceptar que hay cosas que ya no pasarán en ella (no vamos a hacer un descubrimiento que cambie al mundo, ni escalaremos el Everest) y hay otras que no nos salieron como lo habíamos planeado. Pero también hemos aprendido a aceptar esa realidad porque, ¿cuál sería la alternativa? De pronto, en una noche de salida de Martin con sus amigos, uno de ellos les propone que prueben una teoría que dice que el cuerpo humano en realidad necesita una pequeña cantidad de alcohol en la sangre para un balance correcto del sistema. En resumen, los invita a estar siempre “a media caña” a ver qué pasa. Y todos se animan a probar, con resultados mixtos que llenan “Una ronda más” de momentos que van de lo patético a lo sublime, porque así como el trago es capaz de embellecer la realidad o de hacernos más seductores, también nos condena a cierta honestidad descarnada y a revivir tristezas que hemos sabido guardar en algún compartimento del alma.
No suelo usar en estas críticas momentos de la intimidad de los creadores que explican su trabajo, pero en este caso el mismo Vinterberg lo recordó al recibir su premio Óscar a la mejor película internacional. Originalmente el guion iba a estar más enfocado en el problema de alcoholismo de la juventud danesa, pero cuatro días después de comenzar la filmación, la hija de Vinterberg, quien actuaría como hija mayor de Martin, murió en un accidente automovilístico. La tragedia sumió en una honda tristeza al director y guionista, que reformó la historia (lo que se nota a partir de cierto momento en el que sale a flote una crisis matrimonial para la que no había indicios) buscando que también hablara de la pérdida y se centrara mucho más en los personajes adultos, en sus problemas familiares y en cómo intentan resolverlos.
Por un momento los amigos creen que el alcohol los ha vuelto mejores personas, pero terminarán descubriendo que esas personas interesantes siempre han estado ahí y se parecen mucho a lo que son cuando están juntos. Tal vez esa sea la idea central de “Una ronda más”: puede que algunos crean que la felicidad se consigue con dos copas de vino en la mañana, pero Martin, con los brazos extendidos, antes de caer al agua, nos está diciendo que lo que en realidad necesitamos es una dosis de amistad diaria, porque son los amigos los únicos capaces de iluminarnos cuando nos hemos perdido en la noche oscura de la tristeza