La solicitud de las Farc a la Unión Europea para que sean retiradas de la lista de organizaciones terroristas contrasta con su lento interés de dejar de serlo en la práctica.
Es comprensible: mientras estén ahí, sus cuentas en ese territorio pueden ser congeladas y sus miembros considerados una amenaza para la seguridad de aquellas naciones. Pero además se trata de una fuerte descalificación, durante 13 años ya, a su pretendida condición de movimiento político alzado en armas.
Sería mejor abandonar en la práctica esos métodos, para que se dé el cambio de estatus.