Hay que ser cuidadoso y medido con las palabras cuando se trata de comentar un hecho como la muerte de un estudiante al explotarle los artefactos explosivos que llevaba consigo. Pero ese cuidado no se contradice con la verdad: es absurdo querer endilgarle a otros la responsabilidad de su muerte. Las imágenes son claras. Están en libertad sus amigos de querer dibujar una muerte heroica, pero no en el derecho de querer imponerla como verdad a los demás. La reflexión obligada es, en primer lugar, para quienes acuden a las vías de hecho.
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