En abril de 2018, Francia Márquez recibió el premio Goldman, considerado por muchos como el nobel que se entrega en homenaje a los líderes sociales que batallan por el medio ambiente y la preservación de ecosistemas.
Por ese entonces, Márquez llevaba 20 años de oposición a la minería, la deforestación y los grupos ilegales que arrasaban con los montes en el Cauca; reivindicaba, además, los derechos de las comunidades afro por sus territorios y levantaba la voz por generaciones que habían sido silenciadas en la periferia de Colombia.
Por ese galardón, que recibió cuando tenía 36 años, fue que el país político oyó por primera vez el nombre de Francia Márquez. Y hoy es una de las figuras políticas con más proyección, avalada con los más de 782.000 votos que logró en la consulta del Pacto Histórico. Su éxito es tan importante que se impuso a candidatos de experiencia como Sergio Fajardo, Álex Char o David Barguil. En resumen, además de Petro, por encima de ella solo estuvo el exalcalde de Medellín Federico Gutiérrez.
Es importante remarcar que la mayoría de votos que obtuvo la candidata se concentraron en ciudades como Medellín, Bogotá y Manizales, donde la participación de opinión tiene mucho más peso gracias a procesos de política independiente.
Ahora bien, el propósito de Francia Márquez era presentarse a las elecciones presidenciales por un movimiento independiente apalancado por firmas, pero días antes de que se venciera el plazo establecido por el Consejo Nacional Electoral (CNE) les dijo a medios que estaba lejos de la meta –que era 580.620 rúbricas–, por lo que tendría que desistir: “Con honestidad y sin vergüenza tengo que decir que no hemos logrado recoger las firmas”.
Ante el tamaño de esta lideresa, que reúne el apoyo de feministas y ambientalistas –en un país con una persecución sin cuartel en contra de los líderes sociales–, Gustavo Petro la invitó para que hiciera parte de la consulta de precandidatos del Pacto Histórico al lado de Alfredo Saade, Arelis Uriana, Camilo Romero y el mismo Petro. Una lista en la que solo brillaba Romero, exgobernador de Nariño.
Muchos consideraron que la consulta del Pacto era apenas un trámite de simulación democrática, pues se esperaba que Petro arrasara con más de 5 millones de votos, cosa que casi pasó. Sin embargo, la gran sorpresa la dio Márquez.
Es evidente que la lideresa caucana creció con mucha fuerza durante los debates presidenciales, en los que no se enmarcó en discusiones personales con los contradictores ni se enfrascó en atacarlos; al contrario, se enfocó en propuestas progresistas que buscaban luchar contra la desigualdad.
Mientras el ramillete de contendores se concentraba en hablar de generalidades como la lucha contra la corrupción –la gran preocupación que todos quieren atacar, pero no dicen cómo–, Francia Márquez, que como ningún otro aspirante hablaba con propiedad de esos temas, denunció el abandono de las comunidades afro, indígenas y campesinas. Esto la llevó aterrizar propuestas de modelos productivos en el agro, proyección educativa y de infraestructura. Márquez señaló con conocimiento las desigualdades del país. Todo lo resumió en una frase que se convirtió en su caballo de campaña: “El pueblo no se rinde, carajo”.
En ningún debate encontró un contendor que se ocupara con suficiencia de los temas que ella trataba y que han sido un clamor de las regiones y las comunidades rurales.
Abogó en contra de la desigualdad económica de las mujeres y, como pocos en la carrera por la Casa de Nariño, apoyó la despenalización del aborto. Pero entre todo, lo que más resonó fue que –a diferencia de los candidatos que aparecen cada año– Márquez se conectó con las mayorías de un país víctima y relegado a las orillas. Para France 24 dijo: “Yo crecí con esas visiones del colonialismo, el racismo, las violencias armadas, las violencias estructurales, pero también con la resistencia de mi mamá, de mi abuela, que no aprendió ni una letra, pero que siempre nos enseñó que lo importante es cuidar la vida, ver el territorio como una herencia ancestral”.
Lo único que podían señalar sus oponentes era su falta de experiencia en la administración pública, a lo que Francia contestaba –lo dijo en entrevista con EL COLOMBIANO–: “Eso no es una debilidad. Colombia ha tenido políticos tradicionales con mucha experiencia, pero esa experiencia hoy nos tiene siendo un país con hambre, nos han hecho padecer conflicto armado por décadas. Yo tengo otra experiencia en resistencia social, en propiciar escenarios de paz, proteger el medio ambiente, la vida, las luchas sociales, desde ahí quiero construir”.
Nacida en Suárez, Cauca, en 2017 hizo una caminata de protesta desde el sur del país hasta Bogotá, en una protesta en la que estuvo acompañada por 80 mujeres. Meses después le entregaron el nobel ambiental: “Hoy pensar en desarrollo implica frenar la crisis ambiental. Eso implica acciones del tránsito de la economía extractivista a una sustentable. Eso pasa por repensar un sistema de producción agroecológico, mi sueño es que el primer renglón de la economía sea la soberanía alimentaria. Hoy muchos colombianos mueren de hambre producto de la crisis ambiental y del fracaso de un modelo económico que no es capaz de alimentar a su propia gente”.
Además de sus propuestas, tuvo a su favor su carisma y que nadie podía acusarla de alianzas polémicas. Solo una vez se visibilizó una fotografía en la que aparecía al lado de Temístocles Ortega, exgobernador del Cauca que aspiraba al senado por Cambio Radical, pero quien se quemó el domingo pasado.
Sobre la pieza, en la que muchos vieron supuestas alianzas con las maquinarias electorales, ella dijo: “Esa foto fue en el Cauca, mi territorio. Hubo una reunión con distintos sectores políticos y fui invitada a ese espacio con 2.000 jóvenes. En esos escenarios es difícil decirle que no a las fotos en una tarima. Me tomaron foto con todos y ahora dicen que me vendí al uribismo, eso no es así, no tengo alianza con Cambio Radical”. Agregó que se trataba de un retrato del Cauca, de las caras que representan a una población muy diversa.
En una entrevista de respuestas rápidas hecha por EL COLOMBIANO, en la que se les mostraba a los candidatos fotografías de sus contendores, Francia se tomó con humor y sororidad el ejercicio. Dijo de Fajardo que “le dicen el dormilón”; a Petro lo llamó “valiente”; del presidente Iván Duque destacó “su cara de joven”; y sobre Íngrid Betancourt, Mábel Lara y Caterine Ibargüen solo tuvo palabras de admiración y solidaridad.
No solo se trató de que Francia viniera de los territorios afros del Cauca o de que defendiera el medio ambiente, se trató de que por primera vez un candidato mostró cómo era la Colombia que vive en las regiones. Nadie podía señalarle alianzas polémicas, beneficios burocráticos o políticos, su trabajo de base la llevó a ganar un puesto en Pacto Histórico. Pero en esa colectividad tampoco se le trató muy bien. Gustavo Petro prefirió en buenos puestos de su lista a los ungidos del alcalde Daniel Quintero que a los representantes del ideario de Márquez.
Todo parece indicar que Gustavo Petro, después de buscar aliados en el Partido Liberal y en otras maquinarias, se decidirá por tener como fórmula a la Vicepresidencia a Francia Márquez, un cargo que le llegaría por merecimiento. Ninguno otro político había tenido tal crecimiento. Entre las sorpresas de las elecciones (Carlos Amaya y David Barguil), ninguna se le compara a esta mujer se por su territorio ya se enfrentó a las maquinarias (mineras y electorales) y a los grupos ilegales. Todo indica que Francia no se rinde, carajo.