Los primeros dibujos de Botero eran figuras delgadas. Era un artista experimental, curioso, buscaba ser particular. No había nada de ese volumen que hace que una pintura suya o una escultura se le reconozca inmediatamente: es un Botero. El primer cuadro que vendió en su vida fue una acuarela. El joven artista hacía unas copias de un pintor español que se llamaba Carlos Ruano, aunque vender, dijo él mismo, era un decir. Él las llevó al almacén de Rafael Pérez y aunque pasaba casi todos los días a ver si se habían llevado alguna, solo a los seis meses pasó: pagaron dos pesos, que eran como dos dólares de la época. Un montón de dinero, diría él en una entrevista, casi riéndose. En 2018, la obra Adán y Eva, que tiene dos figuras de bronce de más de tres metros de altura, se subastó por 2.9 millones de dólares. Un montón de dinero, y lo puede decir cualquiera.
Santiago Londoño Vélez, investigador, curador y artista, lo define en tres adjetivos: erudito, sabio, un gozador de la vida extraordinario. Un hombre que pareciera de muchos contrastes. Santiago cuenta que el pintor y escultor antioqueño se ha distinguido por permitirse la soledad en su estudio para crear sus obras y trata de pintar tanto como pueda ahora que está vivo, "porque lo más triste de morirse es no poder pintar. Parece que no lo dejan pintar a uno allá arriba", y por ser una persona tímida, también es de esos que celebra por lo alto, de los que les gusta disfrutar hasta lo más pequeño: “El buen vino, la buena comida, la música, los mariachis”.
Pasa tanto tiempo encerrado en su estudio, que necesita ese otro lado del contacto directo, “es una persona muy aterrizada porque sabe que la vida se acaba, entonces cada instante es de disfrute”. Fue un trayecto largo y caminado el que pasó para convertirse en uno de los artistas más aplaudidos de Colombia y el que goza de mayor reconocimiento internacional. Tuvo épocas personales difíciles, pero ya no quiso seguir sufriendo. “Su obra es, sobre todo, una celebración del gozo de vivir: del gusto de tocar, de ver, de la belleza de los colores y de la exaltación de los volúmenes”.
En el día de su cumpleaños, este un diccionario corto para recorrer la vida del maestro, honrar 88 años vividos a lo grande y decir, al unísono si nos acompañan, ¡Feliz cumpleaños, maestro!
Su obra es, sobre todo, una celebración del gozo de vivir: del gusto de tocar, de ver, de la belleza de los colores y de la exaltación de los volúmenes
Santiago Londoño Vélez