Para muchos, la comida es más que el combustible que necesita el cuerpo para funcionar. Puede ser fuente de placer, un modo de socializar o la forma en que se llenan vacíos afectivos. Desde pequeños construimos una conducta alimenticia que determinará nuestra relación con los alimentos que consumimos, desafortunadamente, nuestra cultura no promueve los mejores comportamientos: “Nos decían papá o mamá cuando éramos niños ‘vas a comer para hacerme feliz’ y eso está mandando un mensaje oculto, que tú comes para los demás. Le ponemos a la comida un contenido emocional. Celebramos que los niños coman, cuando esa es la gasolina de su cuerpo y por tanto es una responsabilidad individual normal. Tú no comes para agradar sino para ti”, explica la psicóloga Luz Amparo González.
Si desde pequeños se inculcara la idea de comer por el bienestar físico, seguramente no cargaríamos a los alimentos con otros significados, que es lo que finalmente desencadena los desórdenes alimenticios. Comemos más de lo que necesitamos para que nuestro cuerpo funcione de manera adecuada, lo que termina por afectar su funcionamiento. Esto pasa especialmente con el azúcar y la comida chatarra, el cerebro se engancha a las sensaciones que produce consumir este tipo de alimentos, con escaso valor nutricional, y puede causar una adicción tan fuerte como la de las drogas o el cigarrillo. “La adicción es causada por los aumentos bruscos de insulina, que estimulan unas hormonas en el cerebro generadoras de placer llamadas endorfinas. Cuando un niño toma gaseosa, que tiene unos niveles altísimos de azúcar, genera una producción de insulina exageradamente alta que estimula sus centros de placer, entonces el niño ahora solo quiere tomar gaseosa. Es el mismo patrón que la adicción a las drogas, por eso cuando a una persona obesa se le manda una dieta para que baje de peso es exactamente igual que poner a un drogadicto en tratamiento, las probabilidades de éxito son las mismas”, comenta el neurólogo David Pineda.
Lo que calificamos de “ansiedad” es en realidad compulsividad por comer, un fenómeno que no es normal y que debería llevar a la consulta médica. El doctor Pineda amplía: “El hipotálamo controla todas las hormonas, entonces si hay impulso de comer sin freno lo primero que se tiene que averiguar es si es hormonal o no. Si todas las hormonas están normales y no se encuentra ninguna alteración, se mandan exámenes como tomografía axial del cerebro o resonancia magnética. Si todo eso da normal, entonces uno empieza a indagar por la parte psicológica o psiquiátrica”. Descartar un problema médico nos dará la oportunidad de revisar si estamos llevando una mala alimentación o si es necesario revisar nuestra conducta alimenticia.
Según la nutricionista Stella Moreno, la dieta adecuada debe incluir todos los grupos alimenticios de manera balanceada: lácteos, carnes, carbohidratos, frutas, verduras, grasas y azúcares. Esto no quiere decir que debamos consumir cantidades iguales de todos los rubros, sino que debemos construir un menú de acuerdo con nuestro gasto calórico. Una persona adulta, con una vida relativamente sedentaria, necesitaría sobre todo proteína, frutas y verduras, evitando los carbohidratos complejos que son una gran fuente de energía, pero que su estilo de vida no demanda. Aunque los carbohidratos producen una sensación más rápida de satisfacción y placer, gracias al estímulo de la insulina, son las proteínas y las grasas las que prolongan la sensación de llenura. Sentirá hambre más rápido después de comer un plato de pasta que después de comer un plato de carne. De igual forma, un par de almendras le ayudarán a calmar su hambre a media mañana mejor que un pastel. Además, se aconseja comer despacio para que el cerebro asimile lo que se está consumiendo, así se llenará más rápido.
Si haces las modificaciones adecuadas a tu dieta y en vez de sentirte satisfecho, te ataca la “ansiedad”, eso quiere decir que tu cuerpo se ha dejado cambiar por los malos hábitos alimenticios y que tendrás que abordar el problema desde otras perspectivas. “Hay que ser conscientes de que algo está pasando y buscar la ayuda necesaria para eso. Algunas veces lo podemos controlar solos, pero si vemos que no funciona, debo buscar ayuda para encontrar la causa de la ansiedad y aprender a manejarla, pues no desaparece del todo y hay que convivir con ella”, aconseja la psicóloga González.
Es claro que la relación de los humanos con la comida va más allá de la simple satisfacción de una necesidad biológica, por ello, lo que sucede alrededor de ella debe mirarse lejos de una perspectiva reduccionista. Los problemas con la comida pueden ser muy complejos y minimizarlos solo nos puede llevar a empeorar. Es necesario ser conscientes de las consecuencias nefastas que puede tener un desorden alimenticio, cualquiera que sea su naturaleza, y de lo importante que es consultar un profesional al respecto. La “epidemia del siglo XXI”, la obesidad mórbida es una de estas consecuencias.