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Catfish, LAT y otras palabras sobre los amores virtuales, a propósito de la confesión de César Augusto Londoño

En las redes sociales se conversa sobre los tipos de parejas que se han popularizado en los últimos años.

  • La virtualidad y las redes sociales han creado nuevas formas de interacción afectiva. FOTO GETTY
    La virtualidad y las redes sociales han creado nuevas formas de interacción afectiva. FOTO GETTY
hace 6 horas
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En una entrevista con Eva Rey, el periodista deportivo César Augusto Londoño contó la historia del amor contrariado que sostuvo con una extranjera. Relató que conoció virtualmente a la mujer antes de que se popularizaran los servicios de mensajería instantánea y las redes sociales. “No nos conocíamos, pero nos mandábamos fotos“, dijo. Aunque el romance estuvo lejos de tener un final de rosas, la confesión de Londoño trajo a la conversación pública la idea que ni siquiera el amor escapa a las transformaciones sociales propiciadas por la tecnología.

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En La Llama doble, el premio nobel de literatura Octavio Paz hace una historia abreviada del origen del amor cortesano, que, con leves variantes, es el mismo que en la actualidad llamamos amor romántico. Más allá de los desaciertos del ensayo –que ha sido cuestionado por tendencias del feminismo–, lo cierto es que su acierto mayor es la conciencia que le da al lector sobre la naturaleza histórica y social del amor. Sin ser el único en hacerlo, Paz nos recuerda que amamos según las coordenadas de nuestro tiempo y a partir de los rituales de la sociedad en la que estemos insertos. En otras palabras, el amor es una vivencia individual de unos valores sociales, económicos y políticos. También, por supuesto, tecnológicos.

Tras la revolución sexual de la década del sesenta del siglo pasado y el reconocimiento de las sexualidades diversas, la sociedad occidental ha ampliado el concepto de la pareja. Y en esto las redes sociales han tenido un papel crucial al hacer visibles manifestaciones y formas de vivir el afecto que se escapan de los modelos de la pareja tradicional. En ese sentido, la pareja monógama heterosexual comparte el escenario con las parejas queer, abiertas, poliamorosas, LAT “Living Apart Together” (cada individuo vive en su casa), entre otras muchas. Y en esa lista de etiquetas hay un renglón para las parejas virtuales.

A pesar de los vaticinios, el nuevo milenio no trajo consigo el apocalipsis. En su lugar, popularizó las redes sociales. Friendster, MySpace y Facebook fueron las primeras en alcanzar celebridad mundial. Por supuesto, al ser un escenario de socialización, las redes estimularon unas maneras de interacción y dejaron a un lado otras. Por ejemplo, la noción de cercanía cambió para siempre. Gracias a la virtualidad, las personas superaron las limitaciones espaciales para entablar relaciones de distintos matices con individuos a cientos o, en algunos casos, miles de kilómetros de distancia. El amor ya no estaba a la vuelta de la esquina, sino a un click de distancia.

Como todo lo nuevo, estas interacciones a la distancia tuvieron secuelas. En 2010 se estrenó el documental Catfish, que relata la historia del fotógrafo Yaniv “Nev” Schulman, que recibe una pintura que reproduce una de sus fotografías. Agradecido, el hombre contacta por Facebook a Abby, la niña que pintó el cuadro, y entabla una amistad con ella y su familia. Pasados los meses, Nev se enamora de Megan, la hermana mayor de Abby. Sin verse, pero alimentada por mensajes de Facebook y llamadas telefónicas, crece la relación al punto de volverse un noviazgo. Sin embargo el cuento de hadas llega a su fin cuando Nev escucha unas canciones que Megan dijo componer y descubre que en realidad son trozos de videos de YouTube. Para no alargar la anécdota y no caer en spoilers, basta decir que ni Megan ni Abby eran personas de carne y hueso.

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Catfish

A partir del estreno de la pieza audiovisual, catfish se volvió el término usado en Estados Unidos para hablar de las relaciones sostenidas a distancia, que duraban años sin que los involucrados se conocieran en persona. La mayor parte de las veces, estos romances escondían engaños y falsas identidades. Tal popularidad alcanzó la palabra, que el canal MTV hizo ocho temporadas de una serie conducida por Nev, a la que acudían televidentes para encontrar respuestas de sus amores virtuales.

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No hay que creer que las relaciones virtuales están condenadas al engaño. De hecho, en fechas recientes los robots conversacionales se han convertido en confidentes de numerosos usuarios. En un informe reciente sobre el uso de las tecnologías en los jóvenes, Reuters informó que la cantidad de milenials y centenials que sostienen conversaciones privadas e íntimas –no necesariamente sexualescon chats inteligentes no ha dejado de crecer. Resulta difícil no citar aquí la película Her, de Spike Jonze, en la que un hombre se enamora de su asistente virtual.

Esta es apenas la punta del iceberg de las nuevas formas de entablar relaciones sexoafectivas. Las dos grandes diferencias con el pasado reciente son la ampliación del concepto de la pareja convencional y la difuminación de las nociones espaciales para las afectividades.

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