Sentados, la mujer se inclina y lo agarra por detrás de la cabeza, acercándole la cara, como si se rindiera ante su voluntad. Él apoya su mano -dulce y firme al mismo tiempo- sobre su cadera y, con el otro brazo a medio extender, la abraza. Francesca y Paolo se abarcan en un beso universal, un gesto romántico que no necesita traducción. El acto ocurre en medio de un museo y nadie puede detener a los amantes: “El beso”, del escultor francés Auguste Rodin, está tallado en piedra.
Existen diferencias frente a si el 13 de abril es, o no, el día internacional del beso. La Organización de las Naciones Unidas no ha reconocido la fecha como festividad oficial y, por ejemplo, los ingleses lo celebran el 6 de julio. Algunos medios atribuyen la fecha a este día porque en 2011 una pareja tailandesa se besó durante 46 horas, 24 minutos y 9 segundos, lo que en su momento constituyó un récord guinness en esta materia. Sin embargo, el hecho ocurrió en febrero, no abril.
No se necesitan muchos pretextos para celebrar el acto de besar a alguien. El día internacional del beso festeja no solo aquel encuentro entre Francesca y Paolo, sino también los besos filiales, fraternales y demás que damos en la cotidianidad. Sin embargo, es tal vez el primero de estos, el romántico-erótico, el que más genere más preocupaciones sobre cómo darse adecuadamente.
Sobre por qué nos besamos hay numerosas investigaciones. La antropóloga biológica Helen Fisher explica en su libro “Por qué amamos: la naturaleza y química del amor romántico” que el beso es un mecanismo para elección de parejas y que, por ejemplo, el intercambio de saliva cumple un rol importante pues transfiere testosterona de los hombres a las mujeres, que a su vez puede disparar su deseo sexual.
Sin embargo, si siguiéramos la premisa de Fisher al pie de la letra terminaríamos por babear a nuestras parejas, uno de los errores más comunes de los hombres a la hora de besar de forma romántica.
Como este, y aunque la “calidad” de un beso pasa por asuntos subjetivos, existen otra serie de prácticas que pueden ayudarle a dar un mejor beso, sea que se lo dé a alguien por primera vez, después de 30 años de matrimonio, o que lleve besándose 127 años, como Francesca y Paolo, y lo haga por quién sabe cuántos más.