El hombre no suda pero está nervioso. Aplasta la cara entre sus manos, se toca la frente, se agarra los labios. Gari Kaspárov no despega la mirada de la reina, la torre, el caballo y los cuatro peones de su oponente. Jugada 33: torre a e8. El ajedrecista amaga un ataque, que busca amedrentar a su oponente. Deep Blue, la supercomputadora a la que se enfrenta, evidencia el engaño y lo ignora con literales nervios de acero. La partida continúa.
Pasan cuatro turnos. Kaspárov está contra las cuerdas. Arriba una torre, atrás un caballo, a un lado el fin del tablero. Su rey está acorralado. El público sigue la partida con la atención milimétrica de un partido de fútbol americano.
Uno de los aficionados sostiene un tablero en miniatura y lo actualiza con cada movimiento de los maestros. Muchos apuntan las jugadas en libretas pequeñas. Todo ante los ojos de las cámaras de televisión.
El gran maestro internacional de ajedrez no solo jugaba para defender sus título de diez años como el mejor del mundo. También representaba la suerte simbólica de la humanidad frente a la supercomputadora.
Deep Blue venía de una línea de computadores diseñados para jugar ajedrez: todo comenzó con ChipTest en 1985, luego Deep Thought en 1989 -al que Kaspárov había vencido- y ahora se enfrentaba a una máquina capaz de analizar 200 millones de posiciones por segundo.
El secreto de Kaspárov, además de que ya se había enfrentado a máquinas con anterioridad, era su capacidad de analizar jugadas a futuro.
Citado por Ivars Peterson en el libro Caminatas matemáticas, el ajedrecista ruso aseveraba que lo normal era analizar de tres a cinco jugadas adelante. “No necesitas más, pero es posible ir más profundo si hace falta”. En ciertos casos era capaz de visualizar doce o catorce a futuro. Como si un tenista supiera, desde el saque, a qué esquina le van a tirar la pelota número doce.
La partida había comenzado 37 movimientos atrás. La máquina, que jugaba blancas, movió el peón frente a su rey dos casillas adelante. Kaspárov respondió con el equivalente en su alfil derecho: una defensa siciliana, la mejor respuesta a la apertura e4 de Deep Blue.
El humano y el robot -asistido a su vez por un humano que movía sus fichas, Chung-Jen Tan, del equipo de IBM que desarrolló la máquina- tenían hasta tres minutos para pensar sus movimientos, ejecutarlos, y golpear el reloj que contaba su tiempo. La respuesta inicial de Kaspárov, la siciliana, es descrita como “de naturaleza combativa, donde las negras juegan no solo por igualdad, sino por sacar ventaja”, en el libro Comprender ajedrez jugada a jugada, del también maestro ajedrecista John Nunn.
Kaspárov tenía un plan claro. Esperaba aprovecharse del “materialismo” que caracterizaba el juego de las computadoras. De su incapacidad para ser creativas y analizar las cosas más allá de una cadena de unos y ceros. “Las máquinas evalúan las posiciones del ajedrez midiendo primordialmente la superioridad material. Si ‘comprendieran’ el juego”, escribió luego de la partida en un artículo para la revista Time, “actuarían distinto. Pero no lo entienden”.
La primera sorpresa del ruso llegó en el turno 23. La computador calculó que peón a d5 era la mejor jugada posible, y así lo ejecutó su asistente. El movimiento consistía en sacrificar -algo común en ajedrez- una ficha, dejándola a merced del oponente.
Kaspárov, intrigado, muerde la carnada y responde con torre a d5, clama la casilla como suya y liquida el peón de Deep Blue. Craso error.
“El sacrificio del peón me paralizó. ¿Que podía significarse?”, admitiría Kaspárov en su artículo de Time. “He jugado contra muchas computadoras en mi vida pero nunca había experimentado algo así. Podía sentir -podía oler- un nuevo tipo de inteligencia al otro lado de la mesa”.
Catorce jugadas después volvemos al Kaspárov del turno 37, con un rey acordonado contra un borde del tablero. Podía intentar moverse en diagonal o sacrificar a su reina. Pero al gran maestro internacional de ajedrez le basta con ver tres turnos en adelante para saber que todo está perdido. Sabe que el jaque mate es inevitable. Deep Blue también lo sabe.