No uses mucho maquillaje para no parecer payasa, pero sí el suficiente para verte mejor. Tacones sí, pero no muy altos para no perder la elegancia. El cabello siempre largo, y los vellos siempre cortos. No juegues fútbol. No hables duro. No pelees. No reclames. ¡Claro que puedes expresar emociones! Pero solo alegría y a veces tristeza y miedo, los que te hagan ver indefensa, delicada, pero nunca la rabia, porque serás histérica, o la frustración, porque serás una llorona.
A las mujeres siempre se les ha dicho qué hacer. “Tanto que hoy, cuando por fin construimos un movimiento nuestro, donde cuestionamos, luchamos por nuestros derechos, buscamos libertad y equidad, recuperar lo que se nos ha quitado, también nos dicen cómo hacerlo. Y ahí sí quieren participar, ayudarnos, cuando antes no les había interesado”, dice Nancy Becerra, psicoterapeuta con enfoque de género.
¿Pueden los hombres marchar con las mujeres? ¿Acompañarlas en su lucha? ¿Ayudarlas? ¿Pueden ser feministas?
De acuerdo con algunas corrientes (no todas porque son casi tan diversas como las mujeres), el hombre puede apoyar con muchas acciones, pero no necesariamente asistiendo a marchas, a espacios de mujeres para mujeres. Eso sí, el hombre no ayuda, “porque no es un favor el que nos hacen, es su responsabilidad porque fueron ellos los que legislaron, los que gobernaron, los que siempre han estado priorizados”, agrega Becerra.
Tampoco pueden ser feministas, porque se trata de un movimiento por, para y a consecuencia de las mujeres que “ellos no podrían entender”.
Le explicamos entonces cómo un hombre puede aportar a la lucha de millones de mujeres, con qué acciones, sin entrometerse a la fuerza donde no son requeridos.
Objetivo de la lucha
Buscan que todo ser humano tenga derechos garantizados sin importar la condición de género. “Es un proceso orientado a la emancipación de las mujeres, porque hemos sido históricamente oprimidas en la jerarquía social donde los hombres han sido quienes definen la forma como se organiza la sociedad, los roles, la distribución económica, de trabajo”, dice Angélica Beltran Pineda, politóloga y magíster en Comunicación Política.
El mundo se ha ordenado según una sola mirada, la masculina. Y no implica que esa visión sea opresora en sí, pero sí que es una forma de ver y entender el mundo que puede ser ajena a las mujeres. “Las necesidades que ves como hombre dejan a la mitad de la población por fuera”, continúa Beltran.
¿El feminismo, entonces, excluye a los hombres? “Puede pasar que sí queden por fuera en ciertos momentos, pero eso no es malo. Existe en derecho un término considerado discriminación positiva, discriminar a uno para priorizar a otro, y eso no es arbitrario sino razonable, parte de una necesidad”, agrega Laura Figueroa, activista feminista y fundadora del colectivo Incendiarias.
No pueden querer estar incluidos en algo que no les pertenece y que ellos mismos causaron, añade Becerra, “no deben mandarnos. Nos dicen que debemos incluirlos y desde ahí es otra orden más, una patriarcal. Ya desde Napoleón se prohibía que más de dos mujeres se reunieran solas, siempre ha habido control”.