Carlos Mario Borja Higuita era un niño de 14 años cuando salió de casa con la esperanza de encontrar a su mamá desaparecida en 1997, en el marco del conflicto armado. Un año antes, en 1996, él y sus hermanos ya habían perdido al padre por cuenta de la violencia. Por ambos hechos, como tantas familias, tuvieron que dejar su hogar en el Urabá antioqueño y salieron desplazados hacia Medellín.
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Pero en 1998, con el deseo de recuperar a la madre, Carlos Mario dejó la ciudad y regresó al Urabá a buscarla por sus propios medios. Ana Milena, su hermana, recuerda que eran unos niños aporreados por la violencia. “En el momento de la desaparición, en 1998, mi hermano tenía 14 añitos. Éramos unos niños todavía”, dice. Unos niños que se escapaban de la casa a treparse en los árboles, a hacer travesuras, a jugar.
A Carlos Mario, el menor de seis hermanos, Ana Milena lo recuerda como un adolescente extrovertido, un gran ser humano, humilde, divertido, al fin y al cabo, una víctima inocente de una guerra que los atrapó y les causó sufrimientos solo imaginables cuando ocurren.
En 1998, el muchacho osado y esperanzado se despidió para emprender la tarea de volver con la madre, pero él tampoco volvió nunca. Lo último que supieron era que estaba en Urrao, en el Suroeste antioqueño. No tenían como saber que vivió nueve años más, hasta 2007, cuando a la edad de 23 falleció por cuenta de una mina antipersonal que activó por accidente mientras caminaba por zona rural de Frontino, en el Occidente antioqueño.
Esos datos se supieron mucho después, en medio de las acciones humanitarias que adelantó la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD), que también permitieron establecer que el cuerpo de Carlos Mario había sido sepultado en el corregimiento Murrí, allá en Frontino.
Ana Milena, una buscadora incansable de su hermano y de otros familiares desaparecidos por cuenta del conflicto armado, recibió una llamada de la entidad, en enero de 2025, en la que le contaron que el cuerpo de Carlos Mario había sido hallado y que se lo entregarían a la familia. Fue un sentimiento doble: por un lado, mantenían la esperanza de encontrarlo con vida, de que volviera a reunirse con ellos y a hacerlos reír como antes. Pero recibir el cuerpo era la única forma de terminar casi tres décadas de incertidumbre, de darle una sepultura digna, de despedirlo, de saber el lugar donde iba a quedar para siempre.
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La entrega digna del cuerpo de Carlos Mario se hizo en días pasados, en Apartadó, Urabá antioqueño, según confirmó Patricia Latorre Pérez, coordinadora de la UBPD en esa región del departamento. La familia estuvo toda la noche velando el cuerpo, amanecieron al lado del cofrecito que contenía los restos óseos recuperados, se rieron recordando las travesuras, recordando anécdotas, honraron la memoria de ese joven al que consideraban alegre, extrovertido y soñador.
Al otro día, tras la misa, el cuerpo de Carlos Mario fue inhumado en el cementerio de Apartadó, una morada cierta, conocida para la familia, donde podrán visitarlo o llevarle flores o hacerle una oración. Justamente, uno de los fines de la búsqueda que hace la Unidad es terminar con la entrega digna de los cuerpos de las víctimas desaparecidas a sus familias, para que terminen años de incertidumbre.
En el caso de Carlos Mario, la entrega se dio en trabajo articulado entre los grupos de las territoriales Urabá y Antioquia de la UBPD, con apoyo de la Gobernación de Antioquia. En el departamento, el de mayor número de casos del país, se tiene un universo de 25.548 personas desaparecidas.
La labor sigue, por eso, la entidad hace un llamado a las personas que tengan familiares desaparecidos o tengan información que permita encontrar a una persona desaparecida a que se comuniquen a la línea 316 284 25 61. Los datos que entreguen será tratados con confidencialidad y solo se usan, al igual que la información recopilada en las investigaciones humanitarias, para el proceso de de búsqueda de las personas dadas por desaparecidas.
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