“El 17 de enero cumplí cinco años de haber quedado ciego. Pero vea, Dios me quitó la vista para abrirme los ojos y ver tantas cosas bonitas que me ha dado hasta ahora”.
Esta frase tan contundente pero tan llena de esperanza la lanza un hombre cuya historia de vida bien podría catalogarse de ejemplar. Y eso, que según él, aún le falta cumplir su anhelo más importante: convertirse en el primer silletero ciego que desfile en la Feria de las Flores.
Entre chiste y chanza, Jorge Iván Agudelo Serna cuenta su historia. Él es un residente de Copacabana que en 60 años de existencia se ha labrado la fama de echado para adelante, independiente de las dificultades que afronte.
Según narró, estuvo en Estados Unidos por 34 años trabajando en construcción, buscando un futuro mejor. Allí no le fue nada mal hasta aquel fatídico 17 de enero de 2019 en el que todo lo que podía salir mal se le juntó, causándole un problema de salud que lo dejó ciego.
“Tuve dos derrames cerebrales que afectaron los nervios ópticos y que me dieron por el estrés de tantas situaciones juntas: mi mamá se enfermó mucho, el gobierno Trump me cerró la empresa que tenía allá porque conmigo trabajaban 36 mexicanos, y un hijo acá en Colombia se fue de la casa. Todo a la vez”, recordó.
En abril de ese año, Jorge retornó al país sin atreverse a dar un paso por sí solo por el temor constante de sentir que cualquier paso lo llevaría a un abismo.
Tras su llegada a Copacabana, todo siguió desmejorando. La relación con algunos hijos se fue al garete, según él, a raíz de que se acabó el envío de los “billetes verdes” y la vida cómoda que él les daba. Además, como sus padres eran adultos mayores, no estaban muy preparados para atender a un hijo que apenas despuntaba en ese mundo lleno de tinieblas que es la ceguera.
Sin embargo, como dice él, por fortuna empezaron a aparecer manos amigas para ayudarle, una de ellas vendría desde el pasado. Pues resulta que a su vida retornó Luz Eliana Pineda, una novia que él había tenido en Copacabana hacía 26 años.
“Nosotros fuimos novios unos tres meses. Luego él se fue a Estados Unidos y yo hice mi vida. Cuando él volvió yo ya llevaba 18 años separada. Cuando lo vi de nuevo me dio mucha tristeza por como estaba. En julio de ese año, luego de unos contactos con familiares, comenzamos a hablar otra vez”, narró Luz.
Tiempo después, Luz le preguntó que si él todavía la quería, él lo admitió pero le hizo énfasis que ya era un hombre ciego y en su momento más duro. Sin embargo, para ella eso no era impedimento. “Le dije que si él se dejaba ayudar yo lo apoyaba en su recuperación”, recordó.
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“Eso fue el 10 octubre. Ese día nos volvimos a abrazar y yo empecé a contar que ya éramos novios otra vez. En noviembre 24, aunque ya sabía que me iba a decir que sí, le entregué los anillos de compromiso y para el 10 de octubre de 2020, en plena pandemia, nos casamos”, recordó él entre sonrisas cómplices.
Durante la relación y posterior a ella, Jorge y Luz asistieron a las terapias en el Hospital San Vicente Fundación –entidad con la que la pareja dice estar eternamente agradecida– para juntos enfrentar la nueva condición de él. Fueron 18 meses para volver a aprender a caminar con bastón, a orientarse, a interiorizar que una discapacidad no es el fin del mundo y que la vida sigue.
Un día, sin proponérselo llegó la prueba de fuego para Jorge: “Tenía terapia y decidí arrancar solo para allá. Tenía que estar a las 8:00 a.m., y llegué a las 11:00 a.m. ¡Ah, sí. Pero llegué! Ahí me di cuenta que sí era capaz. Pese a todo para mí la rehabilitación ha sido algo maravilloso”, agregó el hombre con el particular humor que lo caracteriza.
Emprender sin ver
Tiempo después y en pleno confinamiento Jorge quiso emprender. Pero no daba con el nombre ideal para su emprendimiento. “Un día se me ocurrió: Emprender Sin Ver. ¡Ese fue! La sobrina de mi esposa me hizo el logo y ahí empecé a vender ropa”, dijo.
Pero las ventas virtuales no le gustaron mucho porqué él es un hombre que disfruta conversar y sentir lo que hace, por eso luego se metió a vender flores pese a la incredulidad de muchos.
“Contacté a un señor de Santa Elena que no me creía que yo fuera ciego, pero que aún así me prometió que me iba a colaborar. Como pude llegué a la finca de don Carlos Londoño, quien todavía me colabora. Ahora yo voy a donde él a la placita de Flórez, y él me cuida, me revisa las flores para que no me tumben y me despacha en tranvía”, añadió.
El asunto es que el tema de las flores fue casi que al escondido de Luz, por lo que cuando Jorge llegó con ellas a la casa, prácticamente –según él– le pusieron el ultimátum: si entraban las flores, él salía de la casa.
¿El primer silletero ciego?
Desde hace un tiempo para acá, luego de comenzar a vender flores, a Jorge se le metió un anhelo en el corazón.
“Siempre he sentido admiración por los silleteros. Cuando, ya estando ciego, me fui hasta Santa Elena me metí tanto con el tema de las flores que me di cuenta que yo quiero ser silletero. Entonces empecé a construir una 'silleta' artesanal que al principio era un costal, pero que he ido modificando y que es con la que hoy traigo las flores al negocio”, añadió.
Jorge aclara que él no quiere cargar una silleta de concurso, sino participar con lo que denominó una “silleta formativa”. “Yo quiero que la gente que tiene alguna capacidad me vea para que se inspiren a seguir su rehabilitación. Que vean que sí se puede lograr lo que uno se proponga. Que una discapacidad no es motivo para dejar de sentirse útil. Yo no quiero generar lástima. Antes al contrario, pues ya que estamos ciegos sirvamos para dar buen ejemplo”, dijo.
En esa lucha por lograr ese anhelo se han sumado varias personas, una de ellas es el joven Emmanuel Niz, el acólito de la iglesia que apoya a don Jorge en sus quehaceres y que, como buen adolescente, es un gomoso de las redes sociales. De hecho, Niz es el “community manager” de las redes sociales de Jorge en la que se muestra su día a día.
Así mismo está Sergio –el hijo de Luz–; el padre Juan Manuel –el párroco–; y don Carlos Londoño, manos amigas para lograr que Jorge pueda desfilar con los silleteros.
“Él llamó incluso al Bureau de Turismo de Medellín y le dijeron que sacar la silleta de él le valía como $30 millones. Obvio esa plata no la tenemos. Pero él no se rinde porque él quiere mostrar que las personas con discapacidad, con el apoyo de sus familias, logran grandes cosas”, apuntó Luz.
Según Jorge, el sueño cada día crece más y dijo que si por algún motivo no puede estar en el Desfile de Silleteros, al menos marchará por las aceras en paralelo para llevar su mensaje de que después de una discapacidad también hay una nueva vida.
“Para muchos todo lo que hago son locuras. Y sí, pa' mí son locuras para salir adelante, porque mi mayor miedo es ser una carga, pero hasta ahora no lo he sido. Por eso le digo a la gente, no importa la clase de discapacidad que tengan sus familiares. Apóyenlos en todo lo que quieran hacer”.