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La joya de arte que encontraron en Manrique luego de 50 años

Un valioso mural permaneció “perdido” por más de 50 años. Es de Horacio Longas, un reconocido pintor antioqueño del siglo XX. Así lo encontraron.

  • La habitación en donde está el mural pertenece a una de las hijas de Juan Pérez. FOTO julio c. herrera
    La habitación en donde está el mural pertenece a una de las hijas de Juan Pérez. FOTO julio c. herrera
  • La técnica del mural es un óleo sobre pared. Mide 3.10 metros. Foto: Julio César Herrera.
    La técnica del mural es un óleo sobre pared. Mide 3.10 metros. Foto: Julio César Herrera.
25 de septiembre de 2021
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Muchos años estuvo Don Quijote perdido. Pasaron diez lustros, tal vez más, en los que nadie cuestionó su invariable y triste figura, sus ojos corroídos por la nostalgia. No anduvo el caballero por las llanuras de La Mancha, ni descendió a la Cueva de Montesinos. Durante ese tiempo, se escondió en una casa de Manrique, en Medellín. Apenas hace cuatro meses, después del largo olvido, volvió a ser descubierto. ¡Don Quijote estuvo viviendo en Medellín sin ser notado!

La vida del Quijote paisa se remonta a mediados del siglo pasado, pero concluye en este 2021. Esta historia comienza por el final. Hace unos meses, el vendedor de arte Fabio Muñoz oyó que en Manrique, muy cerca de la iglesia, había un extraño mural. Estaba en una casa y sus dueños, que desde hace 25 años adquirieron el predio, ignoraban su origen.

Fabio llegó hasta la casa y se sentó frente a la obra. Reconoció que en primer plano, como dando una charla, aparecía un hombre flaco, cetrino, de mirada afligida. Quién podía ser sino el Caballero de la Triste Figura. En frente suyo, dando la espalda, con un sombrero alado, aparecía su fiel escudero, Sancho Panza. Otros hombres, hasta ahora sin identificar, escuchaban las palabras del caballero.

Después de la impresión inicial, Fabio se acercó al mural. Tocó la pared rugosa que durante 66 años ha acogido a Don Quijote. En la parte inferior derecha encontró el signo definitivo, inconfundible. Era la firma de Horacio Longas, pintor antioqueño del siglo XX, agudo caricaturista de EL COLOMBIANO y arquitecto sin título. La obra había permanecido inédita desde su creación, que estaba consignada al lado de la firma: 1955. Aún había muchos misterios por revelar.

* * *

Juan Pérez compró su casa hace 25 años. Era grande, como la había soñado. Desde ella se veía el centro de la ciudad y la ladera occidental. “Era una mansión, con dos niveles abajo”, dice. En ella vivían dos ancianos, ya perdidos en la senectud. Por eso, cree, no le advirtieron que dentro de la morada había una llamativa obra de arte.

Cuando se mudó con sus cuatro hijos y su esposa Marleny, notó algunas singularidades de la vivienda. En la terraza, el piso estaba cubierto con unos baldosines muy finos, “como hechos por un artista”. La cocina era enorme y los acabados elegantes, en madera.

Pero lo más llamativo fue el mural que encontró en una de las habitaciones. A pesar de que Juan estudió solo hasta cuarto de primaria, reconoció a algunos de los personajes que sobre la pared reposaban. Sabía que quien dirigía la charla era Don Quijote y que muy cerca estaba su fiel escudero. Sin embargo, no se preguntó nunca por el mural. Tenía una pequeña intuición, una voz interior que le decía que era valioso. No tenía cómo confirmarlo.

La técnica del mural es un óleo sobre pared. Mide 3.10 metros. Foto: Julio César Herrera.
La técnica del mural es un óleo sobre pared. Mide 3.10 metros. Foto: Julio César Herrera.

Una de sus hijas, que ocupaba la habitación en donde está el mural, le dijo que iba a pintar la pared. “Estoy cansada de ver a esos viejos”, fue su argumento. Pero Juan, con más corazonada que razón, le prohibió hacerlo. “No. La pared se deja así porque puede ser algo valioso”, le respondió.

Las respuestas llegaron hace cuatro meses, cuando apareció en la historia Fabio Muñoz, el “descubridor” del mural. Juan, que durante cinco lustros había contemplado la obra sin poder abarcarla en su complejidad, entendió su importancia. Su intuición no había fallado.

* * *

La vida de Luis Eduardo Duque está marcada por Horacio Longas. Al pintor lo conoció porque era amigo de su abuelo, Eduardo Duque Salazar. Luis Eduardo tenía apenas nueve años, pero, con el beneplácito de su abuelo, logró asistir a las tertulias literarias que con frecuencia hacían Longas, León de Greiff, Pedro Nel Gómez y otros artistas e intelectuales de la ciudad. A pesar de que era un niño, recuerda el origen del mural de Don Quijote.

La casa que hoy es de Juan, algún día perteneció a Eduardo Duque, su abuelo. Fue él quien le pidió a Longas que le pintara un mural en su casa. El mismo Pedro Nel Gómez supervisó la obra y los surtió de los pigmentos necesarios. El proceso, recuerda Luis Eduardo, tardó varios meses, pues había que dejar secar el estuco entre dos y cuatro meses.

Luego de que el abuelo muriera, la casa fue vendida y Luis Eduardo le perdió el rastro al mural. Su abuela vendió la casa en los años 70. Pensó, durante muchos años, que aquel Don Quijote se había perdido para siempre. Hace unos meses se enteró de que había sobrevivido, gracias al hallazgo de Fabio Muñoz. “Es lo más maravilloso que pudo haber pasado. La obra del maestro Longas debe ser patrimonio de todos los antioqueños”, dice Luis Eduardo.

Con todas las dudas despejadas, Juan, el dueño de la casa, espera que un museo o una universidad se interese por la obra. El primer problema es que sacarla de su sitio no será fácil y requerirá un trabajo de filigrana que podría costar hasta $70 millones. “Queremos que la obra sea pública, que todos tengan acceso a ella. No tiene sentido que siga guardada en la casa”, dice.

Don Quijote, que tanto anduvo en La Mancha, peleando contra gigantes o libertando galeotes, se quedó anclado en Manrique. Con su redescubrimiento tendrá otra oportunidad; al lado de su fiel escudero irá en búsqueda de una nueva aventura. Quién sabe qué futuro le espera al caballero

1955
es el año en que el pintor Horacio Longas realizó la obra de la casa de Manrique.

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